"Cualquier resumen, por breve que sea, del calvario de la Iglesia española en 1936 tiene que mencionar obligadamente la inmolación brutal de 23 religiosas adoratrices en la madrugada del 10 de noviembre junto a las tapias del cementerio madrileño del Este. Un desafuero en el que se acumularon todas las agravantes de los códigos civilizados, desde el desprecio de sexo y edad hasta la nocturnidad y el descampado. Se trataba de un grupo de enfermas y ancianas, entre las que apenas podía contarse media docena de mujeres sin achaques (…) Es cosa probada que desde comienzos de noviembre el convento de la Costanilla de los Ángeles vivía en la convicción del inminente exterminio de todas y cada una (…) En efecto, a la tarde siguiente [9 de noviembre de 1936] surgió, no se sabe cómo, el pretexto ansiosamente buscado. Por lo visto, debió de caer muerto en aquella calle o en sus inmediaciones un miliciano, y sus correligionarios acudieron en tropel al número 15, dando por incontrovertible que era una monja quien había disparado. La especie era tan burda que doña Fermina, la señora del entresuelo, se encaró varonilmente con los asaltantes, pero no hubo manera de reducirlos. Una por una salieron detenidas madres y hermanas, incluso la hermana Lucila, enferma e inmovilizada, a la que bajaron en una silla. Tras lo dicho, presenciado por todos los vecinos, se rompe el hilo de la historia hasta que una adoratriz, sorprendida al encontrar días más tarde cerrado el piso, supo que en la Dirección General de Seguridad se encontraban las fotografías de todos los fusilados en la mañana del 10 de noviembre. Pudo comprobar, en efecto, que todas habían sido fusiladas (…) Ocho de ellas cayeron, por fuerza de la descarga, en el término de Vicálvaro y las otras quedaron en zona municipal de Madrid (…) Además de las 23 mencionadas, fueron fusiladas en Madrid, el 31 de agosto de 1936, las MM. Felisa María de San Julián y Petronila Hornedo Huidobro del Sagrado Corazón. Detenidas al llegar a Madrid procedentes de la comunidad de Guadalajara, fueron trasladadas a una checa inmediata a la estación. Puestas en libertad, fueron acribilladas a balazos al poner el pie en la calle."
Antonio Montero Moreno, Historia de la persecución religiosa en España. 1936-1939 (1961), pp. 495-498 (2ª ed., 2004)
Antonio Montero Moreno, Historia de la persecución religiosa en España. 1936-1939 (1961), pp. 495-498 (2ª ed., 2004)
Hasta que en los noventa no salieron los libros de Vicente Cárcel sobre ese mismo tema, lo único que se había publicado con cierto rigor historiográfico era esa obra de Antonio Montero, de 1961. Lo extraño fue que el autor (ya Obispo de Badajoz) se negó varias veces a una re-edición, y la BAC tuvo que decidirse y lanzar una re-impresión en 1998, con una nota previa redactada y firmada por el entonces director de la BAC, Joaquín L.Ortega, explicando las razones de la re-impresión.
ResponderEliminarPor un malentendido "irenismo" conciliador, los católicos hemos sido muchas veces los ocultadores de la historia de nuestros Mártires, cuando deberíamos haber sido, más bien, testigos de los testigos.
En Sevilla, por ejemplo, sólo existe el libro con los testimonios (muy desiguales y de muy distinta consideración y valor) recogidos en 1937 por D.José Sebastián y Bandarán y D.Antonio Tineo, a instancias del Card. Segura: "La persecución religiosa en la Archidiócesis de Sevilla"; hoy es un raro ambicionado por bibliotecas y bibliófilos que merecería re-editarse, porque es lo único que hay.
+T.
El libro de Antonio Montero tiene grandes virtudes y también algunos defectos visibles. Lo que lo hace valioso es su exhaustividad y documentación. Hoy tal vez lo lastre su retórica e inevitable tono apologético, inclinado a hacer "historia piadosa". Pero en lo esencial es una crónica importante. Entiendo que D. Antonio Montero se resistiese a la reedición, porque es obra de juventud. Y tampoco hay que desestimar (hecho que sorprendería saber a los políticos de hoy), que conforme pasaban los años los españoles querían "pasar página".
ResponderEliminarArriba he reproducido los hechos escuetos del asesinato brutal de la comunidad de Adoratrices de Madrid. Son elocuentes por sí mismos.
Me gustaría que la beatificación de estos mártires de la guerra sirviese a dos fines: primero, que se hiciese una historia integral, y no de bandería; y segundo, que entre todos renovásemos la reconciliación entre españoles.
Objetivo quasi imposible dado cómo se ha puesto el patio durante este último cuatrienio, me temo.
ResponderEliminarHabrá que esperar otro par de generaciones...por lo menos.
+T.