10 enero 2008

Leer

La última vez que fui al barbero lo sorprendí leyendo distraído una de esas novelistas del oeste de Estefanía. Lejos de mí querer censurarlo, porque yo también de muchacho me entretenía con las andanzas de El Coyote, o con aquellas novelas de Karl May que parecían nunca acabar. Ya se nos olvidó que ésa es la mejor y más inocente manera de pasar el tiempo.

Leer libros no es cosa de minorías. Es un hábito cotidiano, que se cultiva más con el cielo nublado o por la noche. La Suma contra gentiles, las Odas de Fray Luís o el Persiles tendrán siempre un número exiguo de lectores. Pero muchos leen el periódico (aunque sea el Marca), los novelones infumables de la temporada, incluso los bandos municipales, los papeles perdidos de la calle o la hoja parroquial…

Leer no tiene misterio, es una habilidad (como la de freír un huevo) que se aprende en la escuela y con la práctica. Eso de recorrer con la vista (o con el tacto, los ciegos) unos dibujos significantes, que algo tiene de artificioso, no es sin embargo sino un caso particular de una facultad genérica nuestra, la de ser capaz de descifrar o decodificar mensajes. Charlar, ver la tele o escuchar la radio es tan complicado como leer El Quijote, aunque lo hagamos de forma tan inconsciente como el andar para adelante. Leer libros no tiene tanto mérito.

5 comentarios:

  1. Por leer libros diaparatados enloqueció don Quijote, como a otros les pasó con Mein Kampf o con el el Libro Rojo de Mao... Así que leer, en efecto, no tiene tanto mérito... ni es tan inocuo como pudiera parecer.

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  2. Amigo Enrique, no culpemos a los libros, inocentes, sino a las buenas o malas intenciones de los lectores. La locura tiene muchos senderos...

    Pero bueno, reconozco que exagero es subrayar la inocencia del libro, que (como explicaba Sócrates no sé dónde) permanece mudo a las preguntas y dudas de los lectores.

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  3. Casualmente esta mañana he estado en la peluquería y me llamó la atención que uno de los peluqueros tenía a su lado un libro, " la catedral del mar". Alguna persona le preguntó qué tal estaba -el libro-, contestando el peluquero que lo acababa de empezar.
    Mientras estaba allí, recordé que otras veces que he ido, el peluquero ha llegado a recomendarme libros.
    Suelo escuchar a todo el mundo, porque en quién menos te esperas te encuentras sabiduría, que no es fácil.
    No creo que sea el caso , más bien, puede ser lo que dices, que leer es una costumbre adquirida que no tiene que ser meritoria.

    Hay personas que por educación e inteligencia saben degustar un buen libro y quedarse con su esencia en la memoria. ¿Eso es mérito?

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  4. Mi tesis, Morgenrot, es que leer, como tantos bienes de los que disfrutamos, "no tiene mérito" porque no se debe (por lo común) a nuestro único esfuerzo, sino que es fruto de la educación que hemos recibido de nuestros padres, o en la escuela. El mérito es de los educadores, siempre: los maestros.

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  5. Sí.

    Y de Díos que nos crea receptivos y curiosos para la enseñanza.

    Tengo tres hijos, educados, creo, de la misma forma , y cada uno es distinto. La curiosidad natural por aprender es un don que se recibe al nacer.

    Vamos, como la famosa frase de Ortega, " Yo soy yo, y mis circunstancias".

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