La curación de la suegra de Pedro es un sencillo pasaje evangélico (Mc 1, 29-31), muy expresivo e inolvidable. Dice el relato: "Luego, saliendo de la sinagoga, vinieron a casa de Simón y Andrés, con Santiago y Juan. La suegra de Simón estaba acostada con fiebre, e inmediatamente se lo dijeron. Él, acercándose, la tomó de la mano y la levantó. La fiebre la dejó, y ella se puso a servirles".
Fascinado por la plástica concisión del pasaje, se me ha ocurrido en estos ocios estivales comparar la versión castellana con la de otras lenguas, clásicas y modernas, y contar las palabras con que se ha expresado en cada una. El resultado en valores absolutos y relativos (tomando el original griego como nivel cero), ordenado de menos a más, es el que sigue :
Árabe (Van Dyck): 30 palabras ( 1 : 0,68 )
Latín (Nova Vulgata, Pablo VI): 39 palabras ( 1 : 0,89 )
Griego: 44 palabras ( 1 : 1 )
Castellano (Nácar-Colunga): 49 palabras ( 1 : 1,11 )
Inglés (New American Bible): 50 palabras ( 1 : 1,14 )
Italiano (Edizione CEI): 54 palabras ( 1 : 1,23 )
Alemán (Luther Bibel): 60 palabras ( 1 : 1,36 )
Esta gradación hace visíble un rasgo singularizante de cada lengua, que es su economía expresiva. Se llaman lenguas sintéticas las que expresan las relaciones sintácticas entre las palabras por medio de la alteración de su morfología (mediante afijos, declinación o modulación de las raíces de las palabras). Las lenguas sintéticas son las que emplean menos palabras, pero más flexionadas, para explicar algo. En el extremo opuesto, las lenguas analíticas tienden a mantener invariadas las palabras, recurriendo con mayor abundancia a las partículas (preposiciones, conjunciones...), y por tanto suman más palabras para explicar lo mismo.
La tabla anterior demuestra además que las lenguas clásicas (árabe, latín, griego) son más sintéticas que las modernas (inglés, italiano). Resulta llamativo, por ejemplo, comparar el texto latino [Socrus autem Simonis decumbebat febricitans] con el correspondiente italiano [La suocera di Simone era a letto con la febbre], que exige nada menos que el doble número de palabras en una frase sencilla.
No creo que la sinteticidad lingüística sea un rasgo de primitivismo, y su opuesto, la analiticidad, de desarrollo. Me inclinaría a pensar lo contrario (el latín, vulgarizado y disgregado, se habría corrompido en lenguas de tendencia más analítica). Sin embargo, creo que este enfoque es falso, ya que, sea cual fuere el perfil comparativo más analítico o sintético de una lengua, lo importante es que logre el objetivo de la comunicación entre sus hablantes. Que recurra al uso de más o menos palabras, en principio es una singularidad indiferente, como puede ser el hecho de que materialmente se escriba de izquierda a derecha o al revés (o incluso de arriba a abajo).
A pesar de ello, me asombra que el pueblo anglosajón, al que comúnmente se adjudican rasgos empiristas y pragmáticos, emplee una lengua que exhibe manifiestamente los mismos rasgos analíticos y facticios. Podría ser una hipótesis digna de estudio que los rasgos formales de la lengua transparenten la actitud de sus hablantes frente al mundo.
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Fascinado por la plástica concisión del pasaje, se me ha ocurrido en estos ocios estivales comparar la versión castellana con la de otras lenguas, clásicas y modernas, y contar las palabras con que se ha expresado en cada una. El resultado en valores absolutos y relativos (tomando el original griego como nivel cero), ordenado de menos a más, es el que sigue :
Árabe (Van Dyck): 30 palabras ( 1 : 0,68 )
Latín (Nova Vulgata, Pablo VI): 39 palabras ( 1 : 0,89 )
Griego: 44 palabras ( 1 : 1 )
Castellano (Nácar-Colunga): 49 palabras ( 1 : 1,11 )
Inglés (New American Bible): 50 palabras ( 1 : 1,14 )
Italiano (Edizione CEI): 54 palabras ( 1 : 1,23 )
Alemán (Luther Bibel): 60 palabras ( 1 : 1,36 )
Esta gradación hace visíble un rasgo singularizante de cada lengua, que es su economía expresiva. Se llaman lenguas sintéticas las que expresan las relaciones sintácticas entre las palabras por medio de la alteración de su morfología (mediante afijos, declinación o modulación de las raíces de las palabras). Las lenguas sintéticas son las que emplean menos palabras, pero más flexionadas, para explicar algo. En el extremo opuesto, las lenguas analíticas tienden a mantener invariadas las palabras, recurriendo con mayor abundancia a las partículas (preposiciones, conjunciones...), y por tanto suman más palabras para explicar lo mismo.
La tabla anterior demuestra además que las lenguas clásicas (árabe, latín, griego) son más sintéticas que las modernas (inglés, italiano). Resulta llamativo, por ejemplo, comparar el texto latino [Socrus autem Simonis decumbebat febricitans] con el correspondiente italiano [La suocera di Simone era a letto con la febbre], que exige nada menos que el doble número de palabras en una frase sencilla.
No creo que la sinteticidad lingüística sea un rasgo de primitivismo, y su opuesto, la analiticidad, de desarrollo. Me inclinaría a pensar lo contrario (el latín, vulgarizado y disgregado, se habría corrompido en lenguas de tendencia más analítica). Sin embargo, creo que este enfoque es falso, ya que, sea cual fuere el perfil comparativo más analítico o sintético de una lengua, lo importante es que logre el objetivo de la comunicación entre sus hablantes. Que recurra al uso de más o menos palabras, en principio es una singularidad indiferente, como puede ser el hecho de que materialmente se escriba de izquierda a derecha o al revés (o incluso de arriba a abajo).
A pesar de ello, me asombra que el pueblo anglosajón, al que comúnmente se adjudican rasgos empiristas y pragmáticos, emplee una lengua que exhibe manifiestamente los mismos rasgos analíticos y facticios. Podría ser una hipótesis digna de estudio que los rasgos formales de la lengua transparenten la actitud de sus hablantes frente al mundo.
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vaya lecciòn de filología; estoy abrumado.
ResponderEliminarPor cierto conocías el texto de Cortintes sobre la Magdalena, ?
También tengo el especial de "El siglo que viene", y cai en la cuenta cuando lo mencionaste.
ResponderEliminarTodo un derroche de conocimientos. Buceas amigo sobre cuestiones que se escapan a
ResponderEliminarnuestra diaria existencia, no por extemporáneas ni por su falta de vigencia, si no por esa especial perspectiva con la que las miras.
Un saludo Joaquín
Joaquín: ¿sabes si todavía se podría adquirir la versión bilingüe de la Suma?
ResponderEliminarEl P. Coloma en "¡Era un santo!" recuerda un viejo chascarrillo andalúz que dice que la suegra de San Pedro se llamaba Perpetua.
ResponderEliminar'
Me encantan vuestros comentarios, muchas gracias...
ResponderEliminarLocomotoro, muchas gracias... Estudiar desde un sillón se parece también a jugar con una pelota, aunque se sude menos... Gracias por la visita.
Isaac, no estoy al tanto. La situación actual, si no me equivoco, es que puedes comprar (no sé si completa) la Suma en latín, y por separado la última traducción de los dominicos. Se especulaba con que la BAC podría reeditar la vieja edición bilingüe. En mi opinión, sería preferible refundir en una nueva edición, para los interesados, el texto latino con el último comentario.
Terzio... Es que es verdad que el pasaje "se las trae". Y atención al dato: después de sanada... ¡¡se puso a servirles...!! Como anécdota cuento que este pasaje recuerdo haberlo oído relatar a un guía armenio, en la mismísima Cafarnaum, el año 1995 (en que se celebraba el trimilenario de la fundación de Jerusalén por el Rey David).
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Original comparación de un texto que, como dices " se las trae ", en tanto la acción de la diligente curada ...
ResponderEliminarEl alemán es el que más palabras requiere, cuando es idioma de continuas declinaciones, pero contiene infinidad de partículas y verbos separables que le dan el sentido "preciso y exacto" que un germano requiere, por algo es el idioma de la filosofía...
Ya de vuelta, te saludo con alegría de estar en tu blog y con el afecto que sabes , te tengo.