Felizmente, la imagen del Jesús del Gran Poder de Sevilla, después de repararse de los daños de un psicópata, ha sido repuesta al culto en su basílica, en la plaza de San Lorenzo, que yo mismo visité el viernes pasado por la mañana. La plaza estaba rodeada de una muchedumbre que guardaba turno para besar la mano del Cristo. Por la tarde, el arzobispo, monseñor Asenjo, ofició misa de acción de gracias (a la que no asistí), no dejando pasar la oportunidad para soltar un pildorazo [def.] a la facción capillita, en su indisimulado propósito de meter en verea a las cofradías sevillanas...
Dijo monseñor Asenjo en su homilía, dirigiéndose a los cofrades: "Hay veces que nuestros sagrarios son profanados y la reacción de los fieles es tibia, cuando es un hecho infinitamente más grave que la profanación de una imagen. Comprendo y siento vuestra pena y dolor, pero más pena y dolor siento cuando es profanado un sagrario, donde Dios está presente con el mismo realismo y verdad que cuando andaba por los caminos polvorientos de Palestina" [Diario de Sevilla].
Ante estas palabras, oídas o leídas, me imagino que el oyente o lector se quedase mudo, porque no puede contestarlas... Monseñor dice la verdad, al menos según la mente de un fiel a machamartillo. Tengo un amigo, ateo, aunque muy respetuoso de las tradiciones religiosas de la ciudad, al que no le cabe en la cabeza la adoración eucarística (el arrodillarse delante del pan), pero que siente honrada veneración por las imágenes de devoción popular. Alguien, con mala fe, podría descubrir en esta actitud la prueba de idolatría de las hermandades y cofradías sevillanas... Yo no, sino que, antes al contrario, veo de buena fe la capacidad de nuestras imágenes sagradas para apelar al sentimiento religioso latente incluso en quienes dicen no creer en Dios ni en la Iglesia.
En cuanto a las palabras de monseñor Asenjo, lo viejos rétores [drae] dirían que pudo incurrir en una ignoratio elenchi [uso de razón] puesto que no estaba en discusión el valor de la Eucaristía, sino el respeto de las imágenes religiosas, objeto de inmensa devoción ciudadana. No hay que poner una cosa al lado de la otra, ni pesar qué vale más (¡el católico fetén no tiene más remedio que asentir a que la Eucaristía vale más!), sino que se trata de que en cada caso se defiendan los derechos agredidos. La mano derecha vale más que el dedo gordo del pie izquierdo, pero no por eso toleraré que me den un pisotón si me dijesen que sería peor que me estrujasen la mano.
A mí las palabras de monseñor Asenjo me han recordado al legendario cardenal Segura (el de la imagen), al que por edad no conocí, aunque en mi niñez oía decir de él que se le había ocurrido censurar la marcha de "Los campanilleros" de las procesiones de Semana Santa. Un teólogo seglar sevillano (de Utrera), José Hurtado Sánchez, publicó hace diez años el libro Cofradias y Poderes. Relaciones y conflictos. Sevilla, 1939-1999 (ed. Castillejo, 2000), que alcanzó tres ediciones. Ahí leo (página 172) la queja del cardenal Segura, en una importante exhortación pastoral de 1944, "Las fiestas de Semana Santa en Sevilla": "La pobreza de los cultos dentro de los templos, durante las fiestas religiosas de la Semana Santa en Sevilla, contrasta, de un modo extraordinario, con el esplendor de las procesiones sagradas que se desarrollan en las calles de la ciudad". Nada nuevo bajo el sol ardiente de Sevilla. ¿Volvemos en la ciudad a los años de hierro del cardenal Segura?