Ayer cayó en mis manos, de lance, una vieja edición (tan vieja como yo mismo, con pie de imprenta del año que nací) del Jesucristo (1935), del teólogo alemán Karl Adam. Fue muy popular y traducido en su tiempo, aunque ahora parece olvidado, veremos con qué razón. Para mí hasta ahora no había sido más que un nombre, que veía citado por Joseph Ratzinger en el prólogo de su Introducción al cristianismo, al que reconocía como su predecesor en las conferencias de la universidad de Tubinga, donde ambos enseñaron dogmática. K. Adam representa la reacción católica al pensamiento renovador de Rudolf Bultmann, y puede verse como un paso atrás en la reflexión teológica. Pero tiene su interés volver a leerlo, porque su manera de pensar sigue vigente en muchos círculos de la iglesia católica. Ayer mismo leía un artículo de uno de los obispos españoles del right wing, Juan Antonio Martínez Camino, "No es la ecología, es la teología" [AyO], donde dice, revisando la última encíclica Laudato si', que "la fe católica es siempre la misma". Eso lo podría haber firmado el teólogo K. Adam. He comenzado a leer el Jesucristo, y comienzo a ver confirmadas mis peores expectativas. Tiene un gravísimo prejuicio con el llamado "Jesús histórico", que tan sólo explicaría escribir una esencia del judaísmo (expresión a la letra, donde asoman algunas peligrosas filias y fobias de K. Adam). Para Adam, no hay más Jesús que el Verbo encarnado. Él mismo se da cuenta que esta presentación de la fe ya no es creíble para el hombre moderno, escéptico, descreído y sabihondo. ¿Cuál es su propuesta? Ni más ni menos, que el hombre moderno que quiera creer y tener fe, abandone la mentalidad cientista y positiva que apareció con Galileo y Kant. Esto es, volverse pre Galileano para creer. En mi opinión, esto es ya imposible. K. Adam puede ser tan tendencioso como Bultmann, pero en el sentido opuesto. Frente a la desmitologización del mensaje evangélico, defendido por Bultmann para un tiempo descreído, más mitología de la encarnación, parece sugerir Adam. Creo que la reflexión teológica actual parece inclinarse más a la hermenéutica de los textos de la tradición. Para eso los teólogos deben comprender qué representó la misión y el mensaje de Jesús en su propio tiempo. No se trata de adaptar la fe a las ideas del nuestro, sino tal vez comprender lo esencial y radical de la fe, que ahora podamos salvar. Desde este punto de vista, no parece útil K. Adam, ni tampoco, sea dicho de paso, Martínez Camino, cuando afirma con un tanto de dogmatismo, que la fe católica es siempre la misma. Con espíritu polémico yo diría, por el contrario, que la fe católica no puede ser siempre la misma a lo largo del tiempo.
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