"Honrado, desde luego. Lo demuestran tanto el cuidado que tuvo para
proteger a su hija natural y a su mujer, como los avales que
consiguió para poder trabajar con dinero de la corona.
También es notable su sentido de la responsabilidad del
escritor a estimular al lector a vivir y obrar bien.
"Cervantes también era hablador, buen bebedor, asiduo de
tabernas y jugador de naipes. Como don Quijote, estaba más a
gusto entre gente humilde que en palacio. El pueblo llano le
parecía por lo general más sensato, inteligente y honrado
que la cortesana aristocracia, cuya ignorancia -cuando no
corrupción- le era insoportable. Entre la gente sencilla
Cervantes encontraba, a veces, verdaderos filósofos,
personajes peculiares con quienes conversar y de quienes aprender
con alegría.
"Era
la conversación, entonces, un medio de satisfacer su
curiosidad insaciable, sus ganas de conocer y entender. Era sin
duda un hombre de amistades. Entre ellas se cuentan su maestro
poético Pedro Laínez, los poetas Cristóbal de Mesa,
Pedro de Padilla, Luis Barahona de Soto, Francisco de Figueroa,
López Maldonado, Juan de Jáuregui, Vicente Espinel, y
Francisco de Figueroa. Ya mayor, como hemos dicho, tuvo admiradores
y hasta seguidores. También sabemos que fue amigo de
Tomás Gutiérrez, dueño de una lujosa casa de
huéspedes en Sevilla. Las burlas burdas de sus rivales Lope de
Vega y "Avellaneda", de quien trataremos más adelante, le
hirieron mucho. No tenemos noticia, sin embargo, de ninguna amistad
suya de toda la vida, ninguna que sepamos haya sido íntima.
Tampoco tenemos noticia de una amistad femenina, y sus relaciones
emocionales con su mujer y con Ana Franca, la madre de su hija,
parecen haber sido parcas. Era un hombre rodeado de
compañeros, pero al mismo tiempo solitario y callado, sin este
"verdadero amigo", de toda la vida, tan apreciado en sus obras.
"Otro medio de satisfacer su curiosidad era el viajar. Cervantes
viajó mucho, y conocía Italia, Portugal, el imperio
otomano, Barcelona y Andalucía. Quería viajar más: a
las Indias, por ejemplo, y quería volver a Italia. Lo que no
podía viajar lo reemplazaba con la lectura. Ésta tiene
que haber sido su diversión favorita durante muchos años,
según los muchísimos libros, entre ellos libros de
historia, geografía, ciencias y matemáticas, que muestra
haber conocido. Era uno de los hombres de más ancha
formación que había en la España de su tiempo. En
sus propias palabras: "quien anda mucho y lee mucho, ve mucho y
sabe mucho".
"Saber mucho, en un mundo en que la libertad de prensa no
existiría hasta siglos después, era carga a veces dura.
Siendo la sociedad española de su tiempo más opresora de
los intelectuales que de los criminales, comunicar un punto de
vista disidente sin rodeos llevaría a uno directamente a los
grilletes, cuando no a la hoguera. Pero las opiniones
políticas y religiosas de Cervantes, nacidas de sus
experiencias más que de la lectura, salen fácilmente de
sus obras.
"Quería una sociedad racional y por ello justa, y la que le
tocó vivir visiblemente distaba mucho de serla. Todas las
almas son creadas iguales, recuerda el equitativo Cervantes, y cada
uno es hijo de sus obras. Las obras de la corrupta aristocracia,
cuando hacían otra cosa que entretenerse, no
correspondían con su posición en la sociedad. Más
honradez y menos hipocresía se podía encontrar entre los
muleros, pícaros y prostitutas: hasta los criminales
tenían honra. Más justicia había entre los moros.
Resultado de la venalidad de la aristocracia, nobleza y realeza es
que su país, tan rico, iba a la ruina.
"Como cualquier pensador de su tiempo, Cervantes disentía de
varias posiciones oficiales de la iglesia. La abundancia de
conventos y monasterios, ricos muchos de ellos, le parecía
escandalosa. El culto a los falsos santos y milagros, el mal
cumplimiento de los votos religiosos, las luchas entre facciones
cristianas y la falta de unidad contra su "enemigo común", los
turcos, le desagradaban mucho. En un sentido más íntimo,
se encontraba confuso ante la contradicción entre lo que le
decían sus observaciones y razón, y las creencias a que
le obligaba la fe. Estaba, entonces, perplejo ante el gran problema
religioso: la existencia del mal.
"Por
último, parte del deseo de Cervantes de vivir, en todos
los sentidos, era el de sobrevivir a la muerte. La perspectiva
tradicional de una vida eterna en el cielo no parece haberle
satisfecho. Para permanecer vivo en la tierra el mejor remedio es
la literatura. Las obras literarias, pues son independientes de una
forma física, resisten el paso del tiempo mejor que los
palacios, los monumentos, las láminas de bronce o piedra. De
los griegos desapareció su pintura completamente, junto con la
mayor parte de su escultura y sus monumentos. Sus creadores
están olvidados, o no son sino nombres, completa e
irreparablemente separados de sus creaciones. También los
historiadores, los científicos, hasta los filósofos son
conocidos de pocos.
"Pero el griego a quien conoce todavía toda persona culta es
Homero. Ser autor de literatura ofrece la mejor defensa contra el
olvido. ¿Quién tiene mayor fama, pregunta un teórico
leído por Cervantes (Sánchez de Lima): Aquiles y
Héctor por lo que hicieron, u Homero y Virgilio por lo que
escribieron? Por eso figurar en un libro -reproducirse en muchos
ejemplares- debe haber sido para Cervantes, como para su héroe
don Quijote, motivo de una enorme satisfacción. Participar en
la literatura europea más avanzada de su época, la
española, poder contribuir a ella, era causa de orgullo tanto
personal como patriótico. Le hubiera emocionado gravemente a
Cervantes saber que sus obras están en la cumbre de la
literatura española, que han sido traducidas a todos los
lenguajes escritos del mundo y que hoy en día, después de
casi cuatro siglos, se leen, se celebran y se estudian con más
interés que nunca."
Daniel Eisenberg : Cervantes y "Don Quijote" [cervantesvirtual].
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