23 julio 2015

¿Qué tipo de hombre fue Cervantes?

"Honrado, desde luego. Lo demuestran tanto el cuidado que tuvo para proteger a su hija natural y a su mujer, como los avales que consiguió para poder trabajar con dinero de la corona. También es notable su sentido de la responsabilidad del escritor a estimular al lector a vivir y obrar bien.
"Cervantes también era hablador, buen bebedor, asiduo de tabernas y jugador de naipes. Como don Quijote, estaba más a gusto entre gente humilde que en palacio. El pueblo llano le parecía por lo general más sensato, inteligente y honrado que la cortesana aristocracia, cuya ignorancia -cuando no corrupción- le era insoportable. Entre la gente sencilla Cervantes encontraba, a veces, verdaderos filósofos, personajes peculiares con quienes conversar y de quienes aprender con alegría.
"Era la conversación, entonces, un medio de satisfacer su curiosidad insaciable, sus ganas de conocer y entender. Era sin duda un hombre de amistades. Entre ellas se cuentan su maestro poético Pedro Laínez, los poetas Cristóbal de Mesa, Pedro de Padilla, Luis Barahona de Soto, Francisco de Figueroa, López Maldonado, Juan de Jáuregui, Vicente Espinel, y Francisco de Figueroa. Ya mayor, como hemos dicho, tuvo admiradores y hasta seguidores. También sabemos que fue amigo de Tomás Gutiérrez, dueño de una lujosa casa de huéspedes en Sevilla. Las burlas burdas de sus rivales Lope de Vega y "Avellaneda", de quien trataremos más adelante, le hirieron mucho. No tenemos noticia, sin embargo, de ninguna amistad suya de toda la vida, ninguna que sepamos haya sido íntima. Tampoco tenemos noticia de una amistad femenina, y sus relaciones emocionales con su mujer y con Ana Franca, la madre de su hija, parecen haber sido parcas. Era un hombre rodeado de compañeros, pero al mismo tiempo solitario y callado, sin este "verdadero amigo", de toda la vida, tan apreciado en sus obras.
"Otro medio de satisfacer su curiosidad era el viajar. Cervantes viajó mucho, y conocía Italia, Portugal, el imperio otomano, Barcelona y Andalucía. Quería viajar más: a las Indias, por ejemplo, y quería volver a Italia. Lo que no podía viajar lo reemplazaba con la lectura. Ésta tiene que haber sido su diversión favorita durante muchos años, según los muchísimos libros, entre ellos libros de historia, geografía, ciencias y matemáticas, que muestra haber conocido. Era uno de los hombres de más ancha formación que había en la España de su tiempo. En sus propias palabras: "quien anda mucho y lee mucho, ve mucho y sabe mucho".
"Saber mucho, en un mundo en que la libertad de prensa no existiría hasta siglos después, era carga a veces dura. Siendo la sociedad española de su tiempo más opresora de los intelectuales que de los criminales, comunicar un punto de vista disidente sin rodeos llevaría a uno directamente a los grilletes, cuando no a la hoguera. Pero las opiniones políticas y religiosas de Cervantes, nacidas de sus experiencias más que de la lectura, salen fácilmente de sus obras.
"Quería una sociedad racional y por ello justa, y la que le tocó vivir visiblemente distaba mucho de serla. Todas las almas son creadas iguales, recuerda el equitativo Cervantes, y cada uno es hijo de sus obras. Las obras de la corrupta aristocracia, cuando hacían otra cosa que entretenerse, no correspondían con su posición en la sociedad. Más honradez y menos hipocresía se podía encontrar entre los muleros, pícaros y prostitutas: hasta los criminales tenían honra. Más justicia había entre los moros. Resultado de la venalidad de la aristocracia, nobleza y realeza es que su país, tan rico, iba a la ruina.
"Como cualquier pensador de su tiempo, Cervantes disentía de varias posiciones oficiales de la iglesia. La abundancia de conventos y monasterios, ricos muchos de ellos, le parecía escandalosa. El culto a los falsos santos y milagros, el mal cumplimiento de los votos religiosos, las luchas entre facciones cristianas y la falta de unidad contra su "enemigo común", los turcos, le desagradaban mucho. En un sentido más íntimo, se encontraba confuso ante la contradicción entre lo que le decían sus observaciones y razón, y las creencias a que le obligaba la fe. Estaba, entonces, perplejo ante el gran problema religioso: la existencia del mal.
"Por último, parte del deseo de Cervantes de vivir, en todos los sentidos, era el de sobrevivir a la muerte. La perspectiva tradicional de una vida eterna en el cielo no parece haberle satisfecho. Para permanecer vivo en la tierra el mejor remedio es la literatura. Las obras literarias, pues son independientes de una forma física, resisten el paso del tiempo mejor que los palacios, los monumentos, las láminas de bronce o piedra. De los griegos desapareció su pintura completamente, junto con la mayor parte de su escultura y sus monumentos. Sus creadores están olvidados, o no son sino nombres, completa e irreparablemente separados de sus creaciones. También los historiadores, los científicos, hasta los filósofos son conocidos de pocos.
"Pero el griego a quien conoce todavía toda persona culta es Homero. Ser autor de literatura ofrece la mejor defensa contra el olvido. ¿Quién tiene mayor fama, pregunta un teórico leído por Cervantes (Sánchez de Lima): Aquiles y Héctor por lo que hicieron, u Homero y Virgilio por lo que escribieron? Por eso figurar en un libro -reproducirse en muchos ejemplares- debe haber sido para Cervantes, como para su héroe don Quijote, motivo de una enorme satisfacción. Participar en la literatura europea más avanzada de su época, la española, poder contribuir a ella, era causa de orgullo tanto personal como patriótico. Le hubiera emocionado gravemente a Cervantes saber que sus obras están en la cumbre de la literatura española, que han sido traducidas a todos los lenguajes escritos del mundo y que hoy en día, después de casi cuatro siglos, se leen, se celebran y se estudian con más interés que nunca." 

Daniel Eisenberg : Cervantes y "Don Quijote" [cervantesvirtual].

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