06 junio 2008

Minima non curat praetor

Nos decía un viejo catedrático de la Facultad, Don Manuel Olivencia, que el año de nuestra licenciatura no lo olvidaríamos nunca. Y tenía razón, porque para otras efemérides tengo en ocasiones que hacer esfuerzo de memoria, pero nunca se me olvida que egresé de la Universidad el año 1987. Conforme avanzan los años, son más recurrentes los recuerdos de mis años homéricos, que me vienen como un flash, en muchos momentos. Y es curioso que la memoria no tenga preferencia por las clases magistrales, ni por las infinitas horas de estudio en bibliotecas o pasillos, sino que se agarra a la anécdota, el chascarrillo o el ejemplo ilustrativo de una clase perdida, de la que ya no sabría decir de qué se trataba principalmente.

En uno de estos flashes, se me ha ocurrido compartir con los lectores del blog esos instantes llenos de gracia de hace ya lo menos veinte años. Aunque me retiene que las anécdotas en un áula de derecho no son especialmente chistosas para todo el mundo; vamos, que son muy sosas...

Como jurista de corazón, no puede dolerme más el escenario de una sociedad criminalizada, en que las notas de tribunales han trascendido a la primera plana de los periódicos. Hoy muchos trabajadores (maestros, sanitarios, vigilantes o lo que sea) están expuestos a que los denuncien los ciudadanos cabreados por cualquier traspiés que cometan en su trabajo, profesión u oficio. Se me dirá que hay que proteger los intereses del ciudadano, pero, a menos que alcancemos el equilibrio en el reparto de los riesgos, nos encontraremos con una sociedad timorata y paralizada, que no mueve un dedo sin tener todos los cabos atados. Por eso sostengo la hipótesis (que dejo aquí apuntada, si quiere alguien mirarlo) que la sobreexposición de los profesionales a las quejas y reclamaciones de los usuarios, bloquea, ralentiza y merma la eficacia de las organizaciones.

Bueno, pues recuerdo que en una clase de derecho internacional público, el profesor de prácticas nos explicaba que los diplomáticos deben extremar la prudencia en su conducta y movimientos en suelo extranjero. Y nos razonaba que para cualquier persona de la calle es muy fácil cometer al cabo del día un buen número de infracciones leves e intrascendentes; pero lo que no tiene importancia en una persona corriente, puede tenerla en un diplomático, que se ve expuesto a la censura en cualquier momento, aunque sea por saltarse un semáforo en rojo.

Este comentario me ha hecho reflexionar muchas veces, porque los profanos piensan que el derecho está concebido principalmente para castigar y reprimir todas las faltas que se cometen. Pero esto es un despropósito. Desde los tiempos de los maestros del derecho, los juristas romanos, circula la regla: minima non curat praetor, que
L'Ape latina traduce como que il giudice non cura le minime cose, y en castellano libre puede expresarse diciendo que las autoridades no están pendientes de las cosas sin importancia. Cada uno reflexione en qué mundo kafkiano viviríamos si todos y cada uno de nuestros actos irregulares no escapase del castigo.

7 comentarios:

  1. A veces pienso que esa delirante criminalización del error que padecemos es un efecto colateral de la asunción generalizada del papel de víctima. De algo, pero víctima. Es lo que machaca continuamente la educación y la comunicación de masas.

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  2. Es una inteligente manera de ver la cosa. El Estado occidental es elefantiásico, en el mismo grado que los ciudadano han alcanzado la minoría de edad (digo bien, minoría).

    El ciudadano común va en regresión: no aspira a la adultez, sino a la sobreprotección, y a su correlato, la reclamación exagerada de derechos.

    Gracias por tu visita. Tu bitácora colectiva Doce Doce es muy interesante, prometo echarle un buen repaso.

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  3. Pues fijate que a mí me han propuesto esa defensa via judicial de la "minime cose" como un avance de la civilización poco menos.
    Ocurre que la Admon. de Justicia a todas luces no está preparada para la avalancha.

    Por cierto, yo ingresé en esa misma Facultad al año siguiente de dejarla tu, pero te aseguro que de ninguna manera pretendía sustituirte.

    .

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  4. Pues a la reclamación y proclamación de lo nimio como principio,es a lo que vamos, cuando ni el sistema lo permite y perjudicaría a derechos "mayores" y casos más sólidos en los que la Administración de justicia debe actuar con mayor diligencia y mejor técnica.

    Los recuerdos de esa que fue mi facultad ... imborrables y mira que era "sosita"como dice Joaquín.

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  5. ¡Qué de abogados! Y los Ingenieros ¿qué? ¿Nadie habla de su prepotencia?

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  6. Te toca hablar, Isaac (creo que eres ingeniero, ¿no?).

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