28 noviembre 2009

Veracitas in amicitia

Continúo el comentario a la encíclica Caritas in veritate, "sobre el desarrollo humano integral en la caridad y en la verdad". Como pregona su mismo título, y se hace insistente en los primeros párrafos del documento, la tesis que nos propone Benedicto XVI es que sólo en la verdad resplandece la caridad (n. 3).

En defensa de la tesis, se invoca una máxima paulina, o de un discípulo de Pablo, formulada como exhortación en la carta ad ephesios 4,15: veritatem autem facientes in caritate [agape]. Aunque de inmediato, Benedicto XVI propone de manera osada la inversión de los términos del versículo: de la verdad en el amor [veritas in caritate], al amor en la verdad [caritas in veritate]. ¿Es indiferente el orden de los factores? No oculto que me parece ilegítimo este forma de argumentar alambicada, porque toma como punto de partida un texto ya distante del original (a saber, la versión latina, y no el griego en que la carta fue pensada y escrita), y porque hace decir al epistológrafo lo que éste no escribió.

Ya he comentado en el artículo anterior [Caridad sin amor] que no es aceptable recurrir con preferencia al texto latino de la Vulgata, antes que al griego neotestamentario, porque los términos latinos de la Escritura, como éste de caritas, llevan adheridos sentidos extraños o diversos al original, aunque se hayan hecho tradicionales. Caritas no es agape, no es amor, aunque la Vulgata los haga equivaler, y ni siquiera en Santo Tomás de Aquino la caridad y el amor tienen el mismo significado. El uso de uno u otro texto, griego o latino, no es inocente.

Sea lo que sea, llama la atención en los primeros compases de la encíclica, la cita de Ef 4,15, así que detenernos en este pasaje nos ayudará a interpretar el mensaje de la nueva encíclica. El cotejo del texto griego [aletheuontes de en agape] con las más recientes traducciones castellanas, evidencia que el sentido es claro, aunque no se acierte con una expresión que haga honor al sintético original. Así, se lee: viviendo en la verdad y en el amor (El Libro del Pueblo de Dios, 1990); viviendo con autenticidad el amor (La Casa de la Biblia, 1993); con la sinceridad del amor (Biblia del Peregrino, 1993); movidos por un amor sincero (Biblia de Jerusalén, 1998).

Todas estas traducciones convergen en un mismo sentido: hay que ser veraces, sinceros, auténticos, amables. Cualquiera diría que el apóstol recomienda, muy castizo, "ir con la verdad por delante". Veracitas in amicitia, traduciría yo. Y me gusta mucho, por su llaneza y claridad, cómo lo dice la
King James Version: speaking the truth in love.

La elección de esta exhortación a los efesios, en abono de la tesis de la encíclica, no es casual, porque la frase no trata del amor o la amistad [amor, amicitia], sino lisa y llanamente, de la verdad, o para ser preciso, de la condición de ser verdadero o veraz [verax]. Inmediatamente antes ha dicho el epistológrafo: "No seamos niños caprichosos, que se dejan llevar de cualquier viento de doctrina, engañados por esos hombres astutos, que son maestros en el arte del error" (Ef 4,14). Y más adelante encarece: "No viváis como viven los no creyentes: vacíos de pensamiento, entenebrecida la mente y alejados de la vida de Dios a causa de su ignorancia y su obstinación". Se trata de una predicación de la verdad, no del amor. Si el apóstol dice que hay que ser veraces en la amistad, es porque defiende "la auténtica doctrina de Jesús" (Ef 4,21) contra sus impugnadores (Ef 5,6).

Tomando la carta a la iglesia de Éfeso como fondo polémico, la invocación en la encíclica al amor o la caridad, se hace para defender la verdadera doctrina. Por eso leemos en la encíclica afirmaciones tan drásticas como éstas: "defender la verdad, proponerla con humildad y convicción y testimoniarla en la vida son formas exigentes e insustituibles de caridad" (n. 1); "se ha de entender, valorar y practicar la caridad a la luz de la verdad" (n. 2). Nos encontramos por tanto con que nuestro pontífice, Benedicto XVI, debelador incansable del relativismo, cuando quiere hablar del amor acaba discurriendo sobre la verdad, como si de un acto fallido se tratase.

Ya hemos comentado que la encíclica suplanta sutilmente el amor por la caridad. En esta ocasión, también observamos que no es lo mismo la verdad [veritas] que la veracidad [veracitas], aunque provengan de la misma raíz [verus]. Pero donde la verdad se refiere a la noesis, la veracidad se atribuye a la praxis. Así que un documento que trata de la cuestión social, debería referirse antes a la veracidad, que es la condición de quien dice la verdad [who speaks the truth], que no a la verdad, que pertenece al plano de la especulación teórica. Si este matiz parece sutil en extremo, recordaré que de una encíclica social se espera que trate de moralidad y costumbres, no de ideas y opiniones.

Continuaré polemizando.
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22 noviembre 2009

Caridad sin amor

"Aunque repartiera todos mis bienes a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada me sirve" (1 Co 13,3).

Cinco meses han pasado desde la firma de la carta encíclica Caritas in veritate, del 29 de junio, y aún no he dicho "esta boca es mía" sobre el documento, pues quiero tomarme mi tiempo en leer un texto árido, de tono sociológico en el peor sentido, y que abarca muchos temas.

Este sábado, en un encuentro en el Seminario de Sevilla con el nuevo arzobispo Juan José Asenjo, ha vuelto a
dar una clase un viejo y querido profesor, don Manuel Clavero Arévalo, maestro de muchas generaciones de juristas sevillanos. A propósito de la encíclica Caritas in veritate, ha dicho el profesor Clavero que realmente no aporta ninguna novedad a la doctrina social de la Iglesia, que sigue inspirándose en los mismos principios de siempre.

No es novedosa, no puede serlo, pero es lo cierto que la encíclica ha dejado estupefactos a tirios y troyanos, y no se parece en nada a los documentos sociales que la han precedido, desde la Rerum novarum de 1891. La última encíclica de Benedicto XVI creo que da un golpe de timón a la manera de entender el magisterio social de la Iglesia. Su introducción antropológica, y la relectura que hace de la Populorum progressio, son a mi juicio las grandes novedades de la Caritas in veritate, lo que justifica su estudio detenido.

Mucho se está comentando también lo que pudiera interpretarse como abusiva inversión de los términos de Ef 4,15: veritatem autem facientes [aletheuontes] in charitatem [de en agape]. No es tampoco una interpretación inocua de la máxima paulina, aunque su comentario lo dejaremos para otro día. Pero sí que nos indica que el problema nuclear de la encíclica, de gran fuste, es la comprensión de la idea, del concepto, y de la palabra Caritas, que encabeza todo el discurso.

Caritas traduce en la Vulgata el término griego de amor generoso, ágape. Viene del adjetivo carus, en latin "caro, querido, valorado". Lejos pues del amor gratuito y desinteresado, como en ocasiones se afirma, sino que caritas vertía originalmente el amor complacido o ágape. Pero en las lenguas modernas, caridad ha tomado un sentido reducido, queriendo decir "benevolencia con los pobres". Por este motivo las traducciones modernas del Nuevo Testamento evitan la palabra caridad en aquellos pasajes en que está indicado el amor, en toda su amplitud (p.ej. 1 Co 13). Todavía la King James Version (1611), dependiente de la Vulgata, traducía caritas por charity, aunque las ediciones revisadas ya dicen siempre love [V.
Online Etymology Dictionary]. Lo mismo habría que decir de la anticuada traducción castellana de Nácar y Colunga, más servil con la versión latina que fiel al original griego.

Es posible que no nos ayude en la comprensión de la Caritas in veritate enterarnos de en qué lengua haya podido ser pensada primero, porque en Ratzinger tenemos a un latinista (sus primeros estudios trataron de San Agustín y San Buenaventura). Pero sí es interesante observar que la lengua alemana desconoce el término caridad. La traducción de la encíclica a este idioma comienza así: die Liebe in der Wahrheit (lit. "el amor en la verdad"), donde la versión castellana dice: la caridad en la verdad, la inglesa: charity in truth, la portuguesa: a caridade na verdade, la catalana: la caritat en la veritat, o la italiana: la carità nella verità. Por el contrario, sorprende que la traducción francesa diga: l’amour dans la vérité, cuando más adelante alterna amour con charité.

La etimología es dato necesario para entender el recto sentido de afirmaciones importantes de la encíclica, como ésta (n. 6): La justicia es la primera vía de la caridad [inglés: Justice is the primary way of charity, alemán: Die Gerechtigkeit ist der erste Weg der Liebe]. Cuando la encíclica, al menos en su traducción española, emplea el término caridad, en qué quedamos, ¿piensa en el amor, o tan sólo quiere decir "justicia con los pobres"?

En este punto, hay que reconocer la superioridad de la versión alemana, donde un mismo vocablo, Liebe, vale tanto por "amor" como por "caridad". Otras versiones modernas deben sacrificar el sentido, reduciéndolo a la caridad, expresión hoy restrictiva. El texto de la encíclica padece en mi opinión una continuada equivocidad, propiciada por el uso inmoderado del latín de la Vulgata, además de la polisemia de la palabra alemana Liebe.

Esta ambigüedad calculada de Caritas in veritate prolonga la de la primera encíclica de Benedicto XVI, Deus caritas est, que debe traducirse desde luego por "Dios es amor" (1 Jn 4,16), no por "Dios es caridad" (?). Los primitivos filósofos griegos, como Empédocles, pensaban que el amor y su contrario el odio, gobernaban el mundo con movimientos de atracción y repulsión. Por eso el Creador, cuando gobierna el mundo, se manifiesta como amor. Pero la caridad, que es aprecio y complacencia, introduce un factor de medida y avalúo en las relaciones humanas. La caridad, como la justicia y el bien, supone medir la utilidad y tiene más que ver con el cálculo económico que con el amor amplio y generoso. Cuando la encíclica afirma que "Caritas in veritate es el principio sobre el que gira la doctrina social de la Iglesia", se funda en este sentido utilitarista de la caridad.

La caridad no se identifica con el amor, aunque el latín caritas pueda inducirnos a pensar otra cosa. Es tesis, por lo demás, de Santo Tomás de Aquino, que pensaba que el amor es noción común a dilectio, caritas y amicitia. Por eso toda caridad es amor, pero no al contrario [omnis caritas est amor, sed non e converso]. La caridad añade al amor una perfección, que consiste en apreciar en gran valor lo que se ama, como el mismo nombre de caritas indica [id quod amatur magni pretii aestimatur, ut ipsum nomen designat] (
S. Th. 1-2 q.26, a.3).

Un destacado filósofo contemporáneo de la órbita germana, Josef Pieper, cuando se enfrenta a la virtud del amor (Über die Liebe, 1972), también advierte del peligro de dar un sentido restringido al amor, confundiéndolo con la caridad: "Caritas, en alemán, significa sobre todo, si no exclusivamente, la atención y cuidado de los necesitados y todo el montaje organizador que para ello se requiere (asociaciones, organismos administrativos, directores, etcétera) (...) Y, sin embargo, lo que se entiende por eso es mucho más y a la vez totalmente distinto de lo que por caritas, como virtud teologal y ascética, se ha entendido siempre. Al reflexionar sobre esto, nadie se podrá extrañar de que Karl Jaspers contraponga caritas a amor, y que pueda hablar de una caritas sin amor".

El análisis conceptual de caritas puede conducirnos a considerar ilegítimo la inversión de los términos de Ef 4,15, porque la epístola paulina está pensando en el amor amplio y generoso, ágape, y no en la caridad, que somete lo amado a cálculo, valor y apreciación. Intentaremos pronto, en nuevos posts, extraer las consecuencias de esta idea.

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20 noviembre 2009

Echando el anzuelo en la Feria del Libro Antiguo

Nueva Feria de Libro Antiguo. No sé cuándo me aficionaría a los libros viejos. Seguro que de muchacho, cuando era estudiante. Ahora espero con impaciencia estas ferias, y me espanta que un año más haya pasado volando, como si tal cosa. El blog me sirve para difundir las capturas, que son muy modestas siempre.

Sin más preámbulo anoto los cuatro libros que he comprado hoy, primer día de la Feria del Libro Antiguo de Sevilla de 2009, que ha tomado como icono en esta ocasión la pintura de "Der Bücherwurm" ("El ratón de biblioteca") de Carl Spitzweg (1850).

1.- Marcelino Menéndez Pelayo (1908), Las cien mejores poesías líricas de la lengua castellana. Ediciones Hispania, Buenos Aires, 1969 [2 euros]. Tenía curiosidad por conocer esta antología, que ahora comprendo por qué no se reedita: ¡es malísima! Después de Bécquer, don Marcelino escoge estos tres poetas, justamente olvidados: Vicente W. Querol (1836-1889), Federico Balart (1831-1905) y Manuel del Palacio (1832-1906). Sic transit... La antología puede consultarse en edición electrónica [
link].

2.- Álvaro Galmés de Fuentes (1955), Influencias sintácticas y estilísticas del árabe en la prosa medieval castellana. Editorial Gredos, Madrid, 1996 (segunda edición corregida) [8 euros]. Estudio para especialistas, fue tesis doctoral del arabista Álvaro Galmés (1924-2003), sobrino y discípulo de Ramón Menéndez Pidal, como de Emilio García Gómez y Arnald Steiger, a quienes dedica la edición. La precisión del título me dispensa de mayores descripciones.

3.- Eginhardo (770-840), Vida de Carlomagno. Traducción de Alejandra de Riquer [5 euros]. Eginhardo, o en su versión germana Einhart, fue un erudito de la corte de Carlomagno. La Vita Karoli se piensa que fue compuesta pocos años después de muerto el monarca (814). En latín, puede consultarse en la Biblioteca Latina [
Latin Library].

4.- Juan Tamayo y Francisco, y Julia Ysasi-Ysasmendi, Catálogo de incunables de la Biblioteca Universitaria. Sevilla, Universidad de Sevilla, 1967 [¡¡un euro!!]. La joya del día, es uno de los primeros catálogos modernos del fondo de la Biblioteca Universitaria de la Hispalense, una de las más sobresalientes entre las españolas (suele recordarse que entre sus incunables figura un Novum Testamentum de Johannes Gutenberg, 1454-1455). Para su fecha, casi medio siglo ya, es un catálogo precioso, con 29 láminas a dos tintas, e índices de lugares de impresión, de impresores y editores, y de correspondencia de los números con los de otros repertorios bibliográficos.

Este catálogo se suma a otros que ya poseo, dos de ellos comprados también en Ferias de Libro Antiguo. Por orden cronológico: Manuscritos jurídicos de la Biblioteca Universitaria de Sevilla (1986), de Arcadio Castillejo Benavente; Impresos de los siglos XV, XVI y XVII. Biblioteca de las facultades de filología y geografía e historia (1987) de Klaus Wagner; y el fantástico catálogo de la exposición Un tesoro en la Universidad de Sevilla. Incunables y obras de los siglos XVI y XVII (1993), de Rocío Caracuel Moyano y Aurora Domínguez Guzmán.

Total balance del día, cuatro libros y 16 euros invertidos. Tiempo de hacer economías, está muy bien, me parece a mí.

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16 noviembre 2009

Quién es quién en el Nuevo Testamento

Libro nuevo. Aunque no he parado de hacer aquí en el blog crónica libresca, hacía tiempo que no dedicaba un comentario a libros vistos en la librería. Éste que voy a comentar merece la pena, porque trata de estudios neotestamentarios (no hay lectura que dé mayor tranquilidad de ánimo que los Evangelios), y se presenta en forma de diccionario, la especie de libro que ordena verbalmente los objetos del universo. Pero antes, la ficha:

Lautaro Roig Lanzillotta, Quién es quién en el Nuevo Testamento. Diccionario de nombres propios de persona. Ediciones El Almendro, Córdoba, 2009. 198 pp.

La entrada típica de este diccionario (que comienza por Aarón y Abaddón, y concluye en Zeus y Zorobabel) presenta el nombre y frecuencia en el NT, etimología, e interpretación y comentario. Por ejemplo, en la letra T se encuentra Teófilo (2) "cristiano a quien se dedican el tercer Evangelio y el libro de los Hechos", o Tiberio (1), "Tiberio Claudio César Augusto, emperador romano (14-37 d.C.), durante cuyo principado se desarrolla el relato evangélico, según Lucas". En frecuencia absoluta, el nombre de Jesús de Nazaret aparece mencionado en el NT 911 veces, Pedro 146, y Pilato 55.

La pretensión de este espléndido diccionario es divulgativa, y es subproducto de un proyecto de investigación en marcha, el Diccionario Griego-Español del Nuevo Testamento, que prepara el "Grupo de Análisis Semántico de la Universidad de Córdoba", dirigido por el catedrático Jesús Peláez. Es interesante saber que las versiones castellanas de los nombres de persona (Juan, María, Lázaro, etc.) toma como referencia la traducción castellana del Nuevo Testamento de J. Mateos y L.A. Schökel (Madrid, 1987) [errata en la página 15]. El autor del Diccionario,
Roig Lanzillotta, es en la actualidad profesor de Nuevo Testamento en la Universidad de Groningen, Países Bajos, y preparó la obra durante su estadía en la de Córdoba.

El encuentro de este Diccionario de nombres ha sido providencial. Me gusta leer el Nuevo Testamento en las lenguas clásicas y modernas que entiendo, porque la extrañeza idiomática me impulsa a reconocer la novedad perenne de las Escrituras. Leyendo los Evangelios en latín, o en inglés, o en italiano, los nombres propios de persona (Herodes, Gabriel, Quirino...) saltan a la vista, y dan mucha vida y fuerza al relato. Este mismo fin de semana me puse en la pesquisa de algún diccionario como éste, llevándome la sorpresa que es novedad caliente de librerías. Es una de las pequeñas alegrías que nos llevamos, de vez en vez, los aficionados a los libros.

14 noviembre 2009

Adversus Camino

El obispo auxiliar de Madrid y secretario de la Conferencia Episcopal Española, Juan Antonio Martínez Camino, advirtió hoy de que los católicos no pueden apoyar el proyecto de ley del aborto, ni darle su voto, y, si lo hacen, "están objetivamente en pecado público y no pueden ser admitidos en la sagrada comunión". Camino, durante un desayuno informativo organizado por la Fundación San Pablo-CEU, precisó que esto no quiere decir que estén excomulgados, ya que "la excomunión está prevista en el Código de Derecho Canónico para quienes son cooperadores directos de un aborto realizado" [La Razón].

Sigo mi impenitente costumbre de meterme en todos los charcos, y me voy a arrimar para hacerle la faena a las recientes declaraciones de monseñor Camino, al hilo de la deliberación legislativa de la despenalización del aborto consentido. A mí, no digo ya como católico cristiano, sino como hombre, me entristece mucho el aborto, la extinción criminal de la vida humana en su origen [orto]. Reconozco además que las heladoras cifras de abortos en España, suman un verdadero genocidio silencioso (decenas de miles de criaturas a las que se impide nacer cada año).

Pero una cosa es abortar, y otra cosa distinta, castigar el aborto consentido. Se cometen muchos abortos, porque el pueblo ha perdido sensibilidad, y sentido de culpa, sobre ese acto. ¿Hay que castigar con la cárcel a la mujer que aborta, o al médico o enfermeros que la ayudan? Aquí, como en el caso del divorcio, ya pacífico, se bifurcan la legislación civil y la de la iglesia. El aborto, que para la Iglesia Católica es un gravísimo delito castigado con excomunión, para el Estado es, aunque escandalice a un católico (pero sólo a católicos) un acto privado impune. La impunidad social del aborto pone en evidencia que la Iglesia Católica Española ha fracasado en su enseñanza sobre el aborto: el pueblo no le hace caso.

En tales circunstancias, ¿cómo hay que tomarse las manifestaciones de monseñor Camino? En primer lugar, habrá que advertir que son opiniones privadas de Martínez Camino, expresadas en un foro de estudio, y que no representan, formalmente, el sentir del Episcopado español. Hay que reconocer su finura disciplinar, cuando descarta que los políticos incurriesen en excomunión, cuando aprueban una ley despenalizadora de aborto. Aquí Camino se aparta de los talibanes de sacristía y otros fanáticos, que andan por la vida a crismazo limpio, repartiendo excomuniones a diestra y siniestra. No, una cosa es procurar el aborto, y otra decir, o aprobar en Cortes, que el aborto no tendrá castigo civil. El acto político, de suprimir el castigo civil al aborto no se puede hacer equivaler al aborto mismo: esto es una falacia.

Por último, monseñor Camino opina que los legisladores que levantan el castigo civil al aborto incurren objetivamente en pecado público. Pero esto sí que es opinable, la calificación de pecado (público). Comprendo que un clérigo, tal que Camino, más presto a condenar y castigar, que a ser misericordioso y perdonar, se haga detestable. Así lo único que se granjea no sólo es la enemistad de los políticos de todo el "espectro", sino que además ofrece una imagen odiosa, por parcial y tendenciosa, de la Iglesia. Pero si entramos en ese sendero, tan discutible y opinable, de los pecados públicos, ¿acaso la riqueza y el lujo no serían también graves pecados públicos, cuando el mandato que hemos recibido es repartir nuestros bienes entre los pobres, en un mundo que sufre el hambre, la enfermedad y las guerras? Y sin embargo, la Iglesia parece que no niega los sacramentos a los ricos y poderosos de este mundo.

[José Ignacio Calleja: "Sr. portavoz de los Obispos, el Evangelio entero, por favor"].

[Juan Masiá Clavel SJ: "Serenidad en el debate sobre aborto"].

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09 noviembre 2009

Recuerdos del muro


Entre la miríada de comentarios que ha suscitado la efeméride de la caída del muro de Berlín, me parece que pocos alcanzarán el valor excepcional, por su testimonio, y su reflexión, del que se debe a nuestro amigo blogger Claudio Martínez Möckel, en su post: Recuerdos del muro. Recomiendo vívamente su lectura. Aquí, un poco parasitariamente, me voy a limitar a reproducir el último párrafo de este texto antológico:

Mathias era un buen chaval. Nos mandamos algunas cartas. Siguió estudiando y acabó Ingeniería. El muro cayó. Después de terminar la carrera no encontró trabajo en su tierra, y se marchó a Alemania Occidental. Allí encontró el paraíso de las libertades. En la empresa lo exprimían como un limón: trabajaba en una multinacional eléctrica, donde se marcaban objetivos diarios, mensuales y anuales, once horas al día, bajo mucha presión. Y el que no le gustaba, a la calle. Trabajar, trabajar, para subir y cuidado con caer. Vino a visitarnos a España un verano. Un par de años mas tarde, su cerebro se rompió: le dio un brote de esquizofrenia, y volvió con su madre. Murió el año pasado. No pudo superar el shock de los dos paraísos. El paraíso comunista era falso, construido sobre la mentira. Y el paraíso capitalista que el había imaginado en sus sueños televisivos, era otra mentira. Vivía solo en una ciudad donde únicamente podía trabajar. No logró integrarse, siempre trabajaba con miedo a ser despedido. El mundo occidental, era un mundo en movimiento, borroso, sin tiempo para nadie, con un regusto nihilista a cenizas frías. El paraíso socialista aspiraba a dirigir las conciencias. El capitalista no sabía que era eso de la conciencia. Esa pregunta no interesa aquí, vuelva usted mañana, y mientras tanto consuma y sonría como un imbécil. Son muchos como Mathias que no lo pudieron superar. Querido Mathias: espero que hayas cruzado el muro definitivo, y que te hayas saciado con esa verdad que siempre has merecido. Saludos desde el otro lado del Muro.

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02 noviembre 2009

Tutte le strade portano a Roma


En la primera entrega de esta crónica libresca de mi viaje a Italia, nos quedamos presenciando el espectáculo dantesco de Benigni en la Arena de Verona. Ya adentrado en el Véneto, desde Padova me aproximé por ferrovia a las calles de Venezia, ciudad literaria, y libresca, por excelencia. Aquí van otros libros de mi periplo italiano:

Shaul Bassi, Alberto Toso Fei, Shakespeare in Venice. Exploring the city with Shylock and Othello. Photographs by Gabriele Gomiero [Editrice Elzeviro, Treviso, 2007]. Repaso de las trazas de la vida civil, mercantil y privada de la Serenissima en los dramas shakespearianos. "Rialto is the only place in Venice that Shakespeare mentions -and repeatedly- in his work. Rialto was the name of one of the earliest settlements on the islands that comprise the city (its name, from the Latin Rivus Altus, which later became Rivoalti, indicates an island whose high shores made it possible to build without being hindered by the tide) and it subsequently developed into the pulsating heart of Venetian trade and finance". Buen prontuario para recorrer el gueto de Venecia, donde tuvo origen esta palabra del dialecto véneto, ghetto, hoy universal.

Riccardo Roversi, Ferrara inter nos. Guida minima di Ferrara. Fotografie Dino Marsan [Este Edition, Ferrara, 2008]. Un buen "manuale amichevole e domestico che racconta la città e la provincia", por sólo 5 euros. Con gran esfuerzo de síntesis, contiene por ejemplo un prodigioso resumen de la vida y calvario de Savonarola, Girolamo fustigatore: "Studioso di teologia e filosofia, Girolamo Savonarola nacque a Ferrara nel 1452. Votatosi poco più che ventenne all'ordine dei frati domenicani, visse quasi ininterrottamente nel convento di San Marco a Firenze, dove predico con intransigenza un virtù religiosa e morale esasperata: atteggiamento dal quale ricavò consensi trascinanti ma al contempo numerosi nemici. Tanto che nel 1498, dopo averio giustiziato per impiccagione, il tribunale ne dispose il rogo pubblico del cadavere". Una apasionante biografía de Savonarola en castellano, se debe a José María de Lojendio OSB (primera ed. 1944, reed. 1960).


Alessandro Bencistà, Vocabolario del vernacolo fiorentino. Con gli esempi delle principali voci da Dante a Benigni [FirenzeLibri, Regello (Firenze), 2005]. Docto glosario de voces del vernacolo, atestiguado con autoridades (entre las que se cuentan los monólogos del cómico Roberto Benigni). Como muestra, la definición de una palabra común y corriente, addìo: "Loc. esclam. Voce di saluto piuttosto confidenziale usata al posto dell'arrivederci, prima del sopravvento del veneto ciao; è ancora oggi la forma più usata dalle persone anziane che non si sono adattate alla nuova parola".

Sandro Allegrini, Frammenti di lingua perugina. Un dizionario da leggere [Morlacchi Editore, Perugia, 2008]. Otra variante del piélago dialectal itálico, el perugino, hablado en en la comarca de Perugia, en la Umbría. El libro no es tanto un diccionario, sino un comentario simpático a las singularidades de este dialecto. Una muestra, de una página cualquiera: "Una delle scadenze domenicali in chiesa, frequentata un tempo più da donne che da uomini, era la predica, in dialetto prèddca. Il prette stupiva le persone semplici con termini sconosciuti, ma il buon senso popolare sospettava che il fine ultimo fosse l'elemosina. Tanto che esisteva il proverbio ogni prèddca fénisce ntól bósslo = "ogni predica finisce nel bossolo" (bósslo era il contenitore delle elemosine)".


Breviarium Urbis Romae antiquae viatorum in usum. Composuit Adrianus van Heck. Editio altera stereotypa. [Koninklijke Brill NV, Leiden, 2002]. La primera edición de este monumento literario es de 1977. Se compone de XXIV + 599 pp., bibliographia brevis, formae urbis, index rerum notabiliorum, forma urbis situm XIV regionum illustrans. El Breviarium es una extensa colección de textos clásicos latinos, hasta San Agustín y Prudencio, que se refieren a las cosas notables de la Roma antigua, ordenados según la división de la ciudad en catorce distritos, o regiones, atribuída a Augusto: I, Porta Capena; II, Caelimontium; III, Isis et Serapis; IV, Templum Pacis; V, Esquiliae; VI, Alta Semita; VII, Via Lata; VIII, Forum Romanum; IX, Circus Flaminius; X, Palatium; XI, Circus Maximus; XII, Piscina Publica; XIII, Aventinus; XIV, Transtiberium. Este repertorio, de gran valor literario e histórico, el lector podría acompañarlo con la guía Roma antica. I musei, i fori, le terme, le catacombe, le vie consolari, del Touring Club Italiano (Milano, 2006).


Irene de Guttry, Guida di Roma moderna. Architettura dal 1870 a oggi. [De Luca Editori d'Arte, Roma, 2006]. Esta guía, ya clásica, es actualización, hasta el año 2000, de las precedentes ediciones de los años 1978 y 1989. En 1870 (año en que se ocupan los Estados Pontificios), la ciudad de Roma tiene doscientos mil habitantes; en apenas un siglo ha sufrido una importante expansión. Los visitantes reconocerán en la guía monumentos tan notables de la época moderna, como Il Vittoriano (1885-1911), de Giuseppe Saconi; il Palazzo della Civiltà Italica per l'EUR (1937-1938), de Mario Romano; hasta proyectos recientes, como los nuovi spazi di accoglienza dei Musei Vaticani (1996-2000), del Studio Passarelli.



Imágenes: 1. Libreria Charta Venezia, Calle dei Fabbri, San Marco, Venezia. 2. Libreria del Porcellino, piazza del Mercato Nuovo, Firenze. 3. Panel indicador de la Libreria Edison, piazza della Repubblica, Firenze. 4. Libreria M.T. Cicerone, sottopassaggi Largo Chigi, Roma (en la fotografía, entrada de la Via del Corso).