Continúo el comentario a la encíclica Caritas in veritate, "sobre el desarrollo humano integral en la caridad y en la verdad". Como pregona su mismo título, y se hace insistente en los primeros párrafos del documento, la tesis que nos propone Benedicto XVI es que sólo en la verdad resplandece la caridad (n. 3).
En defensa de la tesis, se invoca una máxima paulina, o de un discípulo de Pablo, formulada como exhortación en la carta ad ephesios 4,15: veritatem autem facientes in caritate [agape]. Aunque de inmediato, Benedicto XVI propone de manera osada la inversión de los términos del versículo: de la verdad en el amor [veritas in caritate], al amor en la verdad [caritas in veritate]. ¿Es indiferente el orden de los factores? No oculto que me parece ilegítimo este forma de argumentar alambicada, porque toma como punto de partida un texto ya distante del original (a saber, la versión latina, y no el griego en que la carta fue pensada y escrita), y porque hace decir al epistológrafo lo que éste no escribió.
Ya he comentado en el artículo anterior [Caridad sin amor] que no es aceptable recurrir con preferencia al texto latino de la Vulgata, antes que al griego neotestamentario, porque los términos latinos de la Escritura, como éste de caritas, llevan adheridos sentidos extraños o diversos al original, aunque se hayan hecho tradicionales. Caritas no es agape, no es amor, aunque la Vulgata los haga equivaler, y ni siquiera en Santo Tomás de Aquino la caridad y el amor tienen el mismo significado. El uso de uno u otro texto, griego o latino, no es inocente.
Sea lo que sea, llama la atención en los primeros compases de la encíclica, la cita de Ef 4,15, así que detenernos en este pasaje nos ayudará a interpretar el mensaje de la nueva encíclica. El cotejo del texto griego [aletheuontes de en agape] con las más recientes traducciones castellanas, evidencia que el sentido es claro, aunque no se acierte con una expresión que haga honor al sintético original. Así, se lee: viviendo en la verdad y en el amor (El Libro del Pueblo de Dios, 1990); viviendo con autenticidad el amor (La Casa de la Biblia, 1993); con la sinceridad del amor (Biblia del Peregrino, 1993); movidos por un amor sincero (Biblia de Jerusalén, 1998).
Todas estas traducciones convergen en un mismo sentido: hay que ser veraces, sinceros, auténticos, amables. Cualquiera diría que el apóstol recomienda, muy castizo, "ir con la verdad por delante". Veracitas in amicitia, traduciría yo. Y me gusta mucho, por su llaneza y claridad, cómo lo dice la King James Version: speaking the truth in love.
La elección de esta exhortación a los efesios, en abono de la tesis de la encíclica, no es casual, porque la frase no trata del amor o la amistad [amor, amicitia], sino lisa y llanamente, de la verdad, o para ser preciso, de la condición de ser verdadero o veraz [verax]. Inmediatamente antes ha dicho el epistológrafo: "No seamos niños caprichosos, que se dejan llevar de cualquier viento de doctrina, engañados por esos hombres astutos, que son maestros en el arte del error" (Ef 4,14). Y más adelante encarece: "No viváis como viven los no creyentes: vacíos de pensamiento, entenebrecida la mente y alejados de la vida de Dios a causa de su ignorancia y su obstinación". Se trata de una predicación de la verdad, no del amor. Si el apóstol dice que hay que ser veraces en la amistad, es porque defiende "la auténtica doctrina de Jesús" (Ef 4,21) contra sus impugnadores (Ef 5,6).
Tomando la carta a la iglesia de Éfeso como fondo polémico, la invocación en la encíclica al amor o la caridad, se hace para defender la verdadera doctrina. Por eso leemos en la encíclica afirmaciones tan drásticas como éstas: "defender la verdad, proponerla con humildad y convicción y testimoniarla en la vida son formas exigentes e insustituibles de caridad" (n. 1); "se ha de entender, valorar y practicar la caridad a la luz de la verdad" (n. 2). Nos encontramos por tanto con que nuestro pontífice, Benedicto XVI, debelador incansable del relativismo, cuando quiere hablar del amor acaba discurriendo sobre la verdad, como si de un acto fallido se tratase.
Ya hemos comentado que la encíclica suplanta sutilmente el amor por la caridad. En esta ocasión, también observamos que no es lo mismo la verdad [veritas] que la veracidad [veracitas], aunque provengan de la misma raíz [verus]. Pero donde la verdad se refiere a la noesis, la veracidad se atribuye a la praxis. Así que un documento que trata de la cuestión social, debería referirse antes a la veracidad, que es la condición de quien dice la verdad [who speaks the truth], que no a la verdad, que pertenece al plano de la especulación teórica. Si este matiz parece sutil en extremo, recordaré que de una encíclica social se espera que trate de moralidad y costumbres, no de ideas y opiniones.
Continuaré polemizando.
En defensa de la tesis, se invoca una máxima paulina, o de un discípulo de Pablo, formulada como exhortación en la carta ad ephesios 4,15: veritatem autem facientes in caritate [agape]. Aunque de inmediato, Benedicto XVI propone de manera osada la inversión de los términos del versículo: de la verdad en el amor [veritas in caritate], al amor en la verdad [caritas in veritate]. ¿Es indiferente el orden de los factores? No oculto que me parece ilegítimo este forma de argumentar alambicada, porque toma como punto de partida un texto ya distante del original (a saber, la versión latina, y no el griego en que la carta fue pensada y escrita), y porque hace decir al epistológrafo lo que éste no escribió.
Ya he comentado en el artículo anterior [Caridad sin amor] que no es aceptable recurrir con preferencia al texto latino de la Vulgata, antes que al griego neotestamentario, porque los términos latinos de la Escritura, como éste de caritas, llevan adheridos sentidos extraños o diversos al original, aunque se hayan hecho tradicionales. Caritas no es agape, no es amor, aunque la Vulgata los haga equivaler, y ni siquiera en Santo Tomás de Aquino la caridad y el amor tienen el mismo significado. El uso de uno u otro texto, griego o latino, no es inocente.
Sea lo que sea, llama la atención en los primeros compases de la encíclica, la cita de Ef 4,15, así que detenernos en este pasaje nos ayudará a interpretar el mensaje de la nueva encíclica. El cotejo del texto griego [aletheuontes de en agape] con las más recientes traducciones castellanas, evidencia que el sentido es claro, aunque no se acierte con una expresión que haga honor al sintético original. Así, se lee: viviendo en la verdad y en el amor (El Libro del Pueblo de Dios, 1990); viviendo con autenticidad el amor (La Casa de la Biblia, 1993); con la sinceridad del amor (Biblia del Peregrino, 1993); movidos por un amor sincero (Biblia de Jerusalén, 1998).
Todas estas traducciones convergen en un mismo sentido: hay que ser veraces, sinceros, auténticos, amables. Cualquiera diría que el apóstol recomienda, muy castizo, "ir con la verdad por delante". Veracitas in amicitia, traduciría yo. Y me gusta mucho, por su llaneza y claridad, cómo lo dice la King James Version: speaking the truth in love.
La elección de esta exhortación a los efesios, en abono de la tesis de la encíclica, no es casual, porque la frase no trata del amor o la amistad [amor, amicitia], sino lisa y llanamente, de la verdad, o para ser preciso, de la condición de ser verdadero o veraz [verax]. Inmediatamente antes ha dicho el epistológrafo: "No seamos niños caprichosos, que se dejan llevar de cualquier viento de doctrina, engañados por esos hombres astutos, que son maestros en el arte del error" (Ef 4,14). Y más adelante encarece: "No viváis como viven los no creyentes: vacíos de pensamiento, entenebrecida la mente y alejados de la vida de Dios a causa de su ignorancia y su obstinación". Se trata de una predicación de la verdad, no del amor. Si el apóstol dice que hay que ser veraces en la amistad, es porque defiende "la auténtica doctrina de Jesús" (Ef 4,21) contra sus impugnadores (Ef 5,6).
Tomando la carta a la iglesia de Éfeso como fondo polémico, la invocación en la encíclica al amor o la caridad, se hace para defender la verdadera doctrina. Por eso leemos en la encíclica afirmaciones tan drásticas como éstas: "defender la verdad, proponerla con humildad y convicción y testimoniarla en la vida son formas exigentes e insustituibles de caridad" (n. 1); "se ha de entender, valorar y practicar la caridad a la luz de la verdad" (n. 2). Nos encontramos por tanto con que nuestro pontífice, Benedicto XVI, debelador incansable del relativismo, cuando quiere hablar del amor acaba discurriendo sobre la verdad, como si de un acto fallido se tratase.
Ya hemos comentado que la encíclica suplanta sutilmente el amor por la caridad. En esta ocasión, también observamos que no es lo mismo la verdad [veritas] que la veracidad [veracitas], aunque provengan de la misma raíz [verus]. Pero donde la verdad se refiere a la noesis, la veracidad se atribuye a la praxis. Así que un documento que trata de la cuestión social, debería referirse antes a la veracidad, que es la condición de quien dice la verdad [who speaks the truth], que no a la verdad, que pertenece al plano de la especulación teórica. Si este matiz parece sutil en extremo, recordaré que de una encíclica social se espera que trate de moralidad y costumbres, no de ideas y opiniones.
Continuaré polemizando.
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