24 julio 2015

Documentos que prueban que Cervantes escribió el Quijote

El latinista Francisco Calero sostiene la tesis, sorprendente, de que el verdadero autor del Quijote no es Miguel de Cervantes, porque ni su falta de estudios, ni su género de vida, se lo hubiesen permitido, sino el humanista valenciano Luís Vives. Ya hemos hablado de eso [aquí]. Está bien que haya quien, como aquel Sócrates tábano de Atenas, nos estimule a repasar las noticias que ya damos por sabidas. Pero hay que mantener una posición realista, como la de Bertrand Russell, cuando observaba que confiamos en que la habitación no se desvanece cuando cerramos la puerta. Hay que confiar en que Cervantes escribió el Quijote, porque ese es el consensus communis omnium, y nada ha habido a lo largo de los siglos que lo desmienta. Para ordenar las ideas, en resumen, anoto aquí "algunos documentos que prueban que Cervantes escribió el Quijote". No se trata de hacer ninguna tesis doctoral, sino señalar lo que tenemos a la vista, como evidencia visible de la autoría cervantina. Tampoco podemos ser exhaustivos, lo que daría para un grosísimo volumen.

1. El propio testimonio de Miguel de Cervantes. Se encuentra, entre tantos otros lugares, en la primera línea del prólogo a las Novelas ejemplares: "Quisiera yo, si fuera posible, lector amantísimo, escusarme de escribir este prólogo, porque no me fue tan bien con el que puse en mi Don Quijote...".

2. El "donoso y grande escrutinio" (I, 6). Donde Cervantes elogia a sus amigos poetas, y habla de sí mismo (en boca del cura) como autor de la Galatea. Este capítulo 6 sólo pudo escribirse en fecha posterior a 1591, mucho más tarde que la muerte de Luís Vives, acaecida en 1540. Lo escribió Cervantes, sin duda.

3. El testimonio de Lope de Vega, rival de Cervantes. En una carta privada al duque de Sessa, de 1604:  “De poetas, no digo: buen siglo es este. Muchos están en ciernes para el año que viene pero ninguno hay tan malo como Cervantes ni tan necio que alabe a Don Quijote”. Este documento ya es una evidencia muy fuerte de la autoría cervantina.

4. El Quijote de Avellaneda. En sí mismo, el "fenómeno Avellaneda" sólo es explicable dando por supuesto que replica al Quijote de Cervantes. Aún se especula con la identidad de Avellaneda, aunque parece muy seguro que estaba cerca de Lope de Vega, de quien cuando menos se dice que sería el autor del prólogo. Tanto es así, que el profesor Calero se ve obligado a postular que Luís Vives sería, al mismo tiempo, autor de los dos Quijotes hasta ahora prohijados a Cervantes y Avellaneda, porque si no, no se explicaría la irrupción avellanesca. Tal artificio pone en evidencia que el Quijote de Avellaneda es evidencia poderosa de la autoría de Miguel de Cervantes, malgré tout.

5. El privilegio real. Parece mentira, pero es la evidencia más clara, a la vista de todos: "Por cuanto por parte de vos, Miguel de Cervantes, nos fue fecha relación que habíades compuesto un libro intitulado El ingenioso hidalgo de la Mancha, el cual os había costado mucho trabajo y era muy útil y provechoso, y nos pedistes y suplicastes os mandásemos dar licencia y facultad para le poder imprimir, y previlegio por el tiempo que fuésemos servidos, o como la nuestra merced fuese; lo cual visto por los del nuestro Consejo, por cuanto en el dicho libro se hicieron las diligencias que la premática últimamente por Nos fecha sobre la impresión de los libros dispone, fue acordado que debíamos mandar dar esta nuestra cédula para vos, en la dicha razón, y Nos tuvímoslo por bien..." [CVC].

Creo que son documentos bastantes que prueban la autoría de Miguel de Cervantes del Quijote. Cualquier otra tesis habría de desmentirlos, lo que se nos antoja poco menos que imposible.

Imagen: Ninot Indultat de las Fallas de 2014 [Las Provincias].

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23 julio 2015

¿Qué tipo de hombre fue Cervantes?

"Honrado, desde luego. Lo demuestran tanto el cuidado que tuvo para proteger a su hija natural y a su mujer, como los avales que consiguió para poder trabajar con dinero de la corona. También es notable su sentido de la responsabilidad del escritor a estimular al lector a vivir y obrar bien.
"Cervantes también era hablador, buen bebedor, asiduo de tabernas y jugador de naipes. Como don Quijote, estaba más a gusto entre gente humilde que en palacio. El pueblo llano le parecía por lo general más sensato, inteligente y honrado que la cortesana aristocracia, cuya ignorancia -cuando no corrupción- le era insoportable. Entre la gente sencilla Cervantes encontraba, a veces, verdaderos filósofos, personajes peculiares con quienes conversar y de quienes aprender con alegría.
"Era la conversación, entonces, un medio de satisfacer su curiosidad insaciable, sus ganas de conocer y entender. Era sin duda un hombre de amistades. Entre ellas se cuentan su maestro poético Pedro Laínez, los poetas Cristóbal de Mesa, Pedro de Padilla, Luis Barahona de Soto, Francisco de Figueroa, López Maldonado, Juan de Jáuregui, Vicente Espinel, y Francisco de Figueroa. Ya mayor, como hemos dicho, tuvo admiradores y hasta seguidores. También sabemos que fue amigo de Tomás Gutiérrez, dueño de una lujosa casa de huéspedes en Sevilla. Las burlas burdas de sus rivales Lope de Vega y "Avellaneda", de quien trataremos más adelante, le hirieron mucho. No tenemos noticia, sin embargo, de ninguna amistad suya de toda la vida, ninguna que sepamos haya sido íntima. Tampoco tenemos noticia de una amistad femenina, y sus relaciones emocionales con su mujer y con Ana Franca, la madre de su hija, parecen haber sido parcas. Era un hombre rodeado de compañeros, pero al mismo tiempo solitario y callado, sin este "verdadero amigo", de toda la vida, tan apreciado en sus obras.
"Otro medio de satisfacer su curiosidad era el viajar. Cervantes viajó mucho, y conocía Italia, Portugal, el imperio otomano, Barcelona y Andalucía. Quería viajar más: a las Indias, por ejemplo, y quería volver a Italia. Lo que no podía viajar lo reemplazaba con la lectura. Ésta tiene que haber sido su diversión favorita durante muchos años, según los muchísimos libros, entre ellos libros de historia, geografía, ciencias y matemáticas, que muestra haber conocido. Era uno de los hombres de más ancha formación que había en la España de su tiempo. En sus propias palabras: "quien anda mucho y lee mucho, ve mucho y sabe mucho".
"Saber mucho, en un mundo en que la libertad de prensa no existiría hasta siglos después, era carga a veces dura. Siendo la sociedad española de su tiempo más opresora de los intelectuales que de los criminales, comunicar un punto de vista disidente sin rodeos llevaría a uno directamente a los grilletes, cuando no a la hoguera. Pero las opiniones políticas y religiosas de Cervantes, nacidas de sus experiencias más que de la lectura, salen fácilmente de sus obras.
"Quería una sociedad racional y por ello justa, y la que le tocó vivir visiblemente distaba mucho de serla. Todas las almas son creadas iguales, recuerda el equitativo Cervantes, y cada uno es hijo de sus obras. Las obras de la corrupta aristocracia, cuando hacían otra cosa que entretenerse, no correspondían con su posición en la sociedad. Más honradez y menos hipocresía se podía encontrar entre los muleros, pícaros y prostitutas: hasta los criminales tenían honra. Más justicia había entre los moros. Resultado de la venalidad de la aristocracia, nobleza y realeza es que su país, tan rico, iba a la ruina.
"Como cualquier pensador de su tiempo, Cervantes disentía de varias posiciones oficiales de la iglesia. La abundancia de conventos y monasterios, ricos muchos de ellos, le parecía escandalosa. El culto a los falsos santos y milagros, el mal cumplimiento de los votos religiosos, las luchas entre facciones cristianas y la falta de unidad contra su "enemigo común", los turcos, le desagradaban mucho. En un sentido más íntimo, se encontraba confuso ante la contradicción entre lo que le decían sus observaciones y razón, y las creencias a que le obligaba la fe. Estaba, entonces, perplejo ante el gran problema religioso: la existencia del mal.
"Por último, parte del deseo de Cervantes de vivir, en todos los sentidos, era el de sobrevivir a la muerte. La perspectiva tradicional de una vida eterna en el cielo no parece haberle satisfecho. Para permanecer vivo en la tierra el mejor remedio es la literatura. Las obras literarias, pues son independientes de una forma física, resisten el paso del tiempo mejor que los palacios, los monumentos, las láminas de bronce o piedra. De los griegos desapareció su pintura completamente, junto con la mayor parte de su escultura y sus monumentos. Sus creadores están olvidados, o no son sino nombres, completa e irreparablemente separados de sus creaciones. También los historiadores, los científicos, hasta los filósofos son conocidos de pocos.
"Pero el griego a quien conoce todavía toda persona culta es Homero. Ser autor de literatura ofrece la mejor defensa contra el olvido. ¿Quién tiene mayor fama, pregunta un teórico leído por Cervantes (Sánchez de Lima): Aquiles y Héctor por lo que hicieron, u Homero y Virgilio por lo que escribieron? Por eso figurar en un libro -reproducirse en muchos ejemplares- debe haber sido para Cervantes, como para su héroe don Quijote, motivo de una enorme satisfacción. Participar en la literatura europea más avanzada de su época, la española, poder contribuir a ella, era causa de orgullo tanto personal como patriótico. Le hubiera emocionado gravemente a Cervantes saber que sus obras están en la cumbre de la literatura española, que han sido traducidas a todos los lenguajes escritos del mundo y que hoy en día, después de casi cuatro siglos, se leen, se celebran y se estudian con más interés que nunca." 

Daniel Eisenberg : Cervantes y "Don Quijote" [cervantesvirtual].

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20 julio 2015

Un año en el Jueves


El Jueves es como el rastro de Sevilla. No me gusta que se le llame mercadillo, que parece que lo empequeñece. Es el mercado o feria callejera que se celebra todos los jueves del año (excepto el Jueves Santo) en la calle Feria, entre la calle Castellar y la encrucijada de Correduría y Cruz Verde, extendiéndose por las plazas de Monte Sión y de los Maldonados. Mercado muy antiguo, del tiempo de la reconquista, tiene aire de zoco oriental, donde me siento a mis anchas. Desde los años heróicos del profesor Juan de Mata Carriazo lo dominan los clanes gitanos. Frecuentado por mucho público popular que viene del barrio de la Macarena, o visitantes de los pueblos, turistas despistados que bajan de la plaza de la Encarnación, y coleccionistas indolentes o febriles, entre los que ando. Me enfado si un jueves vuelvo de vacío, así que procuro regresar del mercado con cualquier librejo comprado a leuro. Aunque a la vuelta de este año me encuentro con que he sido afortunado, y he coleccionado un buen lote de libros. Así que yo ahora voy a hacer el balance, haciendo la lista de algunos libros interesantes que he comprado en esta temporada. Salvo algún caso, no indicaré el precio pagado, para proteger el secreto comercial. Sigo el orden de mayor a menor antigüedad:

1796  Phelipe Scío de San Miguel : La Biblia Vulgata Latina traducida en español, y anotada conforme al sentido de los Santos Padres y Expositores Católicos. Tomo XII del Antiguo Testamento. La Prophecía de Isaías. Madrid, Imprenta de Benito Cano, 1796. Un gitano me vendió este Isaías, en la plaza de los Maldonados, por 15 euros.

1925  Dalloz : Code Civil. Paris, Librairie Dalloz, s.f. (¿1925?). La última disposición del índice cronológico es la "Loi des 23 juillet 1925, modifiant certaines dispositions de la loi des 24 juillet 1889, sur la protection des enfants maltraités et abandonnés". Luís Andújar, veterano del Jueves, me ajustó el código en 5 euros.

1945  G.K. Chesterton : San Francisco de Asís. Traducción del inglés por M. Manent. Barcelona, Editorial Juventud, 1945 (3ª ed.). Sello de la librería sevillana de Eulogio de las Heras (Sierpes, 13), desaparecida en los años setenta. El libro perteneció a un agricultor de Palma del Río. Entre las guardas hallé una factura de compra de 5 kgr. de mantecados surtidos de Estepa (200 pesetas de las navidades del año 1969).

1949  Francisco Javier Sánchez Cantón: Nacimiento e infancia de Cristo. Los Grandes Temas del Arte Cristiano en España, Serie Cristológica, Vol. I. Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1949. Preciosa edición, con más de 300 láminas en b/n.

1951 José Castán Tobeñas : Derecho civil español, común y foral. Tomo segundo. Derechos de cosas (propiedad y derechos reales restringidos). Madrid, Instituto Editorial Reus, 1951. Sello de la librería sevillana de Pascual Lázaro (calles Sierpes y Francos), hoy desaparecida. Encuadernado en media piel con las iniciales J.H.P., perteneció a un sobrino estudiante del poeta Juan Ramón Jiménez.

1955  Miguel Mañara Vicentelo de Leca : Regla de la muy humilde hermandad de la hospitalidad de la Santa Caridad de Ntro. Sr. Jesuchristo sita en su casa y hospital del Sr. San Jorge de la ciudad de Sevilla. Sevilla, Editorial Edelce, 1955. Se trata de la regla histórica de la Hermandad de la Caridad, presentada por Mañara en 1675, que merecía que la Universidad de Sevilla la editase hoy con comentario crítico.

1961  Iosephus Gredt O.S.B. : Elementa Philosophiae Aristotelico Thomisticae. Volumen II. Metaphysica. Theologia Naturalis. Ethica. Barcinone, Herder, 1961. El ejemplar perteneció al seminarista E.P., hoy según mis noticias veterano párroco en un pueblo de la campiña sevillana.

1963  Mario de la Cueva (ed.) : Estudios de historia de la filosofía en México. Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 1963.

1965  Romano Guardini : El Señor. Traducción de Francisca Palau-Ribes Casamitjana. Madrid, Ediciones Rialp, 1965 (6ª ed. española, la 1ª de 1954). Ejemplar encuadernado en dos tomitos, casi sin estrenar (no repetiré la maldad de los libreros que dicen que "el libro no se ha leído"). Esta obra se encuentra hoy en edición de más fuste [Cristiandad].

1971  Juan Infante-Galán : Rocío. La devoción mariana de Andalucía. Sevilla, Editorial Prensa Española, 1971. El archivo de Infante-Galán, "cronista oficial de la Devoción Rociera", fue donado por su familia a la Hermandad Matriz de Almonte [Diario].

Y volveremos al Jueves, D.m.

La ilustración es inconfundiblemente de Miguel Brieva [via].

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14 julio 2015

El autor de la novela de la española inglesa

"El autor de la novela de la española inglesa" no es una esas discusiones típicas de los filósofos analíticos ingleses sobre individuos [wiki]. Existió en España, entre los siglos XVI y XVII, un individuo que escribió la novela de La española inglesa, y un individuo que se llamó Miguel de Cervantes. Leemos en los libros que este Cervantes escribió esa novela. Pero la identidad de ambos términos (Cervantes, y el autor de la novela) no nos parecerá tan evidente, si no asumimos la realidad vital de ese hombre del que nos hablan los documentos y los libros, y que ofreció de sí un autorretrato literario en el prólogo de las Novelas ejemplares. Todo esto parece un puro bizantinismo. Aunque hay ocasiones en que parece necesario repetir fatigosamente lo evidente, lo que todos sabemos y damos por seguro. Ya me he referido hace unas semanas al caso de un catedrático de la UNED, don Francisco Calero, que sostiene la peregrina teoría de que Cervantes no fue el "verdadero autor" del Quijote [aquí], en un libro de título tremebundo: El verdadero autor de los "Quijotes" de Cervantes y de Avellaneda [BAC]. A día de hoy, salvo que me den un premio, no he leído y ni tan siquiera he tocado con las manos ese libro. Ahí dice el profesor Calero que "Cervantes, aun gozando de la dignidad que tiene todo hombre, no pudo ser el padre del Quijote, porque no se lo permitió ni su formación ni el desarrollo de su vida". Sostiene que el verdadero autor del Quijote (y de paso, el del apócrifo de Avellaneda, por viva fuerza, por razones evidentes) fue el humanista valenciano Juan Luís Vives (1492-1540). Sin entretenerme en describir el método de Calero (comparar de modo impresionista unos y otros textos, hallando coincidencias más o menos próximas o remotas, que igual valdría para demostrar que Cicerón fue el verdadero autor de la Guerra de las Galias), hay que decir que sus esfuerzos son por completos estériles. Para ser honrados con el profesor Calero, debe aceptarse que en la plaza académica cualquier tesis sea bienvenida, por muy desopilante que nos parezca, incluso la de que Cervantes no escribió el Quijote, en el bien entendido de que el proponente debe hacer honor a los estudiosos que le precedieron, discutiendo en buena lid toda evidencia disponible de cualquier signo. En el caso de Cervantes, la autoría del Quijote no es un dogma de fe, sino que se apoya en un triple testimonio. El primero, el del propio autor, que confiesa ser él y no otro quien lo compuso (¿por qué Vives habría de confesar ser Cervantes?). El segundo, el más solido, el de la tradición, que comienza (como en el de Jesús el Cristo) desde los mismos días de Miguel (es el caso nada sospechoso de su enemigo, o rival de las tablas, Lope de Vega). Y el tercero, las centurias de estudios cervantinos, que apoyándose en estos testimonios antiguos, han validado con muchísimos documentos, no sólo que existió en aquella época un individuo que se llamó Miguel de Cervantes, sino que ese mismo individuo escribió el Quijote. Tal vez sea una conclusión que a alguno no le guste (¿pero por qué?), entre ellos el profesor Calero. Pero si ha de impugnarse la tesis generalmente aceptada (Cervantes, autor del Quijote), la carga de la contraprueba recae en el impugnador, que deberá tumbar ese triple testimonio, que se sostiene además en la admirable coherencia discursiva del autor de las obras de Miguel de Cervantes, desde los poemas primerizos y la Galatea, hasta el Persiles. Si el profesor Calero no hace esto, todo su esfuerzo será baldío, irrelevante. No pretendo repetir cosas sabidas de todos, sino que, como botón de muestra, quiero referirme a una de esas bellas novelas, la de La española inglesa, de la que se ha comenzado a rodar una serie de televisión, o tv movie, a la que ya me apunto para el año que viene, si Dios es servido [RTVE]. Entre los actores y actrices, dos de los grandes españoles, Lola Herrera, que interpreta a la reina Isabel, y Miguel Rellán, que hará del propio Miguel de Cervantes. Me parecen fabulosos para esos papeles, y Rellán hará una encarnación de Cervantes imperecedera (se parece a él, aunque no tengamos ninguna pintura o dibujo del original). Pero sobre todo he querido aprovechar esta ocasión para señalar un dato utilísimo, muy relevante, y es que la novela de La española inglesa se refiere a hechos contemporáneos del momento en que se escribió. Los editores (como es el profesor Javier Blasco) calculan que debió redactarse en torno a 1602, aún en vida de la reina Isabel de Inglaterra, tomando como referencia la incursión de Francis Drake a Cádiz en 1587, que se menciona ya en la primera línea de la novela, cuya acción se sitúa explícitamente quince años después (la edad de la protagonista, la "española inglesa"). Es una novelita tan actual en sus días como si ahora alguien quisiese escribir una historia con Obama en la Casa Blanca. Sólo pudo escribirla Miguel de Cervantes, y no ningún otro individuo de su tiempo.

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10 julio 2015

La democracia (Adrados)

Como ya estamos en verano, que es el tiempo de llenar la maleta (o la mochila) con algunos buenos libros, no quiero pasar sin recomendar uno excelente, que estoy leyendo estos días. Es la Nueva historia de la democracia. De Solón a nuestros días [Ariel], del maestro Francisco Rodríguez Adrados. Todos dicen que leyéndolo, se tiene la impresión de estar escuchando al maestro diciendo la lección. Muy amena, y lo mejor es que es el fondo con que se entiende mejor la literatura política antigua (Platón y Aristóteles), y desde luego nuestro tiempo. Es un libro ya antiguo (Adrados disfruta de una envidiable ancianidad), que arranca de otros libros del autor, la Historia de la democracia (1997), del que es edición ampliada, y más atrás en el tiempo, La democracia ateniense (1975), que ya era desglose de su primer título, Ilustración y política en la Grecia clásica (1966). No se trata de hacer ahora un prontuario bibliográfico del profesor Adrados, sino de poner de manifiesto que su meditación democrática viene de lejos. Un lujazo para los tiempos que corren.

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08 julio 2015

Un político de Atenas


"Creo que soy uno de los pocos atenienses, por no decir el único, que se dedica al verdadero arte de la política y el único que la practica en estos tiempos; pero como, en todo caso, lo que constantemente digo no es para agradar, sino que busca el mayor bien y no el mayor placer, y como no quiero emplear esas ingeniosidades que tú me aconsejas, no sabré que decir ante un tribunal. Se me ocurre lo mismo que le decía a Polo, que seré juzgado como lo sería, ante un tribunal de niños, un médico a quien acusara un cocinero. Piensa, en efecto, de qué modo podría defenderse el médico puesto en tal situación, si se le acusara con estas palabras: «Niños, este hombre os ha causado muchos males a vosotros; a los más pequeños de vosotros los destroza cortando y quemando sus miembros, y os hace sufrir enflaqueciéndoos y sofocándoos; os da las bebidas más amargas y os obliga a pasar hambre y sed; no como yo, que os hartaba con toda clase de manjares agradables.» ¿Qué crees que podría decir el médico puesto en ese peligro? O bien, si dijera la verdad: «Yo hacía todo eso, niños, por vuestra salud», ¿cuánto crees que protestarían tales jueces? ¿No gritarían con todas sus fuerzas?"

Habla Sócrates, en el diálogo Gorgias 521a (traducción de Julio Calonge Ruiz).

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06 julio 2015

Pactar con el diablo

"También los primitivos cristianos sabían que el mundo está regido por demonios y que el que se dedica a la política, o sea, al poder y a la violencia como medios, pacta con el diablo, de modo que ya no es cierto que por su actividad el bien produzca el bien y el mal produzca el mal, sino que a menudo ocurre lo opuesto. El que no comprende esto es un niño, políticamente hablando."

De Max Weber, "La política como profesión" (1919).

Lema de El pez en el agua. Memorias (1993), de Maria Vargas Llosa. ¿Una lectura estival? Ya veremos.

03 julio 2015

Catolicismo pre Galileano

Ayer cayó en mis manos, de lance, una vieja edición (tan vieja como yo mismo, con pie de imprenta del año que nací) del Jesucristo (1935), del teólogo alemán Karl Adam. Fue muy popular y traducido en su tiempo, aunque ahora parece olvidado, veremos con qué razón. Para mí hasta ahora no había sido más que un nombre, que veía citado por Joseph Ratzinger en el prólogo de su Introducción al cristianismo, al que reconocía como su predecesor en las conferencias de la universidad de Tubinga, donde ambos enseñaron dogmática. K. Adam representa la reacción católica al pensamiento renovador de Rudolf Bultmann, y puede verse como un paso atrás en la reflexión teológica. Pero tiene su interés volver a leerlo, porque su manera de pensar sigue vigente en muchos círculos de la iglesia católica. Ayer mismo leía un artículo de uno de los obispos españoles del right wing, Juan Antonio Martínez Camino, "No es la ecología, es la teología" [AyO], donde  dice, revisando la última encíclica Laudato si', que "la fe católica es siempre la misma". Eso lo podría haber firmado el teólogo K. Adam. He comenzado a leer el Jesucristo, y comienzo a ver confirmadas mis peores expectativas. Tiene un gravísimo prejuicio con el llamado "Jesús histórico", que tan sólo explicaría escribir una esencia del judaísmo (expresión a la letra, donde asoman algunas peligrosas filias y fobias de K. Adam). Para Adam, no hay más Jesús que el Verbo encarnado. Él mismo se da cuenta que esta presentación de la fe ya no es creíble para el hombre moderno, escéptico, descreído y sabihondo. ¿Cuál es su propuesta? Ni más ni menos, que el hombre moderno que quiera creer y tener fe, abandone la mentalidad cientista y positiva que apareció con Galileo y Kant. Esto es, volverse pre Galileano para creer. En mi opinión, esto es ya imposible. K. Adam puede ser tan tendencioso como Bultmann, pero en el sentido opuesto. Frente a la desmitologización del mensaje evangélico, defendido por Bultmann para un tiempo descreído, más mitología de la encarnación, parece sugerir Adam. Creo que la reflexión teológica actual parece inclinarse más a la hermenéutica de los textos de la tradición. Para eso los teólogos deben comprender qué representó la misión y el mensaje de Jesús en su propio tiempo. No se trata de adaptar la fe a las ideas del nuestro, sino tal vez comprender lo esencial y radical de la fe, que ahora podamos salvar. Desde este punto de vista, no parece útil K. Adam, ni tampoco, sea dicho de paso, Martínez Camino, cuando afirma con un tanto de dogmatismo, que la fe católica es siempre la misma. Con espíritu polémico yo diría, por el contrario, que la fe católica no puede ser siempre la misma a lo largo del tiempo.

Imagen [via].

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01 julio 2015

El pueblo griego


Hoy, dentro de las restricciones de disposición de efectivo en los bancos griegos, tocaba el día de paga de los pensionistas. Terrible imagen esta, de Simon Dawson. La mujer lleva en la mano, que agarra su turno, un kombolói.

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