13 junio 2008

Un becerro cebado

En mi anterior post [Sicut cervus ad fontes], anuncié que señalaría la fuente donde yo afirmaba haber leído que Nácar y Colunga habrían traducido la Biblia del latín, o cuando menos lo habrían adoptado como lengua preferente para preparar su versión. Ha llegado el momento. El comentario girará nada menos que en torno a la parábola del hijo pródigo, y más en concreto sobre los versículos Lc 15,23.27.30 donde se lee por tres veces "un becerro cebado" [Nácar-Colunga], vitulum saginatum [Vulgata].

En la portada de la Nácar-Colunga se lee: Versión directa de las lenguas originales, hebrea y griega, al castellano. Pasando por alto como objeción de poca monta que las lenguas originales no son dos, sino tres, si se cuenta el arameo... aceptaremos en principio y de buena fe que Nácar y Colunga tradujeron del hebreo y del griego.

Nada más abrir esta Biblia Nácar-Colunga, dos detalles nos llaman la atención. El primero, que nada digan los autores de las fuentes textuales de las que se sirvieron para traducir. El segundo, que estos dos beneméritos escrituristas hubiesen absorbido sin ayuda de más nadie la tarea inmensa de traducir la Biblia desde el principio hasta el final.

Hoy estamos acostumbrados a que cualquier traducción bíblica sea obra de amplios equipos de traductores. Sin ir más lejos, es el caso de la edición de La Casa de la Biblia, dirigida por Santiago Guijarro y Miguel Salvador, en cuyo elenco de traductores encontramos a Juan Guillén y Gonzalo Flor (este último, antiguo colaborador de Luís Alonso Schökel, en la actualidad profesor en el Seminario de Sevilla, traduce los Salmos y el Cantar). Por ese motivo nos maravilla, y hasta nos intriga, de qué modo cargarían con la tarea los dos solos, los profesores Nácar y Colunga. Pero no queramos pedir que un libro editado en 1944 se acomode ahora a nuestros gustos bibliológicos.

Averiguar qué procedimientos científicos, traductológicos, siguieron Nácar y Colunga, a lo peor no tiene ningún interés, más que como recreación curiosa o incluso ejercitación en cuestiones bizantinas. Se me viene ahora a la cabeza ese famoso primo humanista, que respondía a las preguntas ingenuas de Sancho Panza, como aquella de "quién fue el primero que se rascó en la cabeza" (Quijote, II, 22). Sigamos por el contrario la advertencia prudente de don Quijote: Hay algunos que se cansan en saber y averiguar cosas que después de sabidas y averiguadas no importan un ardite al entendimiento ni a la memoria.

Podemos felicitarnos de que ahora la BAC se anime a imprimir en facsímil la primera edición de la Biblia Nácar-Colunga, porque nadie duda de que en su momento, y aún hoy, fue una versión fiel y confiable de los textos sagrados, expresada en un castellano cabal, sobrio y solemne. Sin embargo, nos parecería un error que se pretendiese que esta versión regrese para competir con otras versiones castellanas modernas (la de Schökel, la de la Casa de la Biblia, la de Jerusalén, la de la Universidad de Navarra...) cuando ya no hay manera de aquilatar los méritos de su traducción.

Yo leí por primera vez la Biblia en la Nácar-Colunga que andaba por casa, y luego me hice con una edición manual para mi uso, que aún conservo con la fecha de compra, según la costumbre de los escolares, escrita a bolígrafo junto a mi nombre en la portada: 23 de enero del 80. Todavía la consulto en ocasiones, para comparar su traducción con las otras que poseo, y la tengo en sincero aprecio.

Cierto día inesperadamente me topé con un texto, serio, que me puso en guardia sobre el auténtico valor de la Nácar-Colunga. Se trata de un comentario de pasada, pero que pone en cuestión aquella afirmación de que se trate, como hemos leído antes, de una versión directa de las lengua originales. El autor del texto es Valentín García Yebra, catedrático de griego, traductor premiado de Aristóteles, académico de la Lengua, y que en su ancianidad sigue recibiendo homenajes, como el último Premio Castilla y León de Humanidades 2007. La Nácar-Colunga aparece discutida en un pasaje de su conferencia "La traducción del latín como problema". El título es bien revelador, porque se trata de argumentar si Nácar y Colunga tradujeron de las lenguas originales, o bien del latín.

Todo lector que haya leído, o tan siquiera saludado, la Guerra de las Galias, no desconoce que uno de los problemas del latín, para afrontar su traducción, es que carece de artículos. Será la situación y contexto los que aconsejen si una determinada locución ha de interpretarse como determinada o indeterminada.

Y así llegamos al texto anunciado de la parábola del hijo pródigo, que García Yebra emplea para ilustrar sus tesis. En la Nácar-Colunga se lee que el padre, para festejar la vuelta de su hijo más joven, mandó matar un becerro cebado. Con un poco de novelería, García Yebra nos cuenta que se entretuvo en comparar esta versión con las de otras lenguas modernas, en que la traducción unánime es el ternero cebado (no un ternero, sino el ternero, porque en aquella casa el padre sólo poseía uno). La indagación termina con la lectura directa del texto original griego, en que la determinación por artículo es inequívoca. Y concluye:

¿De dónde habían sacado, entonces, Nácar-Colunga su versión contraria? Ésta sólo puede explicarse por distracción de los traductores, o -lo que es más probable- por influjo de la versión latina de la Vulgata: "et adducite vitulum saginatum, et occidete... occidit pater tuus vitulum saginatum... occidit vitulum saginatum". Si el Evangelio según Lucas se hubiera escrito originalmente en latín, la versión de Nácar-Colunga estaría tan justificada lingüísticamente como las otras, y estéticamente daría a la parábola más realce. La falta de artículo en latín produciría una ambigüedad insoluble. Y la mayoría de los traductores se inclinarían probablemente -por razones estéticas y afectivas- a la solución contraria al pensamiento del autor. ¿Cuántas veces la carencia de artículos ocasionará este mismo extravío en la comprensión de textos latinos?

Valentín García Yebra: "La traducción del latín como problema". Conferencia pronunciada en uno de los cursos de verano ofrecidos por la Universidad de Alcalá de Henares en Sigüenza. Publicada en Helikon. Rivista di tradizione e cultura classica dell'Università di Messina, Anni XXXI-XXXII, 1991-1992, págs. 489-507. Y en el libro del mismo autor La traducción: historia y teoría (Madrid, Editorial Gredos, 1994), págs. 322-344.

Actualización del sábado, 14 de junio.- Isaac defiende en su blog la eclesialidad de la traducción de Nácar y Colunga: un becerro bien cebado.

Y el domingo, 15 de junio, Isaac recurre al pasaje de Lc 2,15:
Eudokia. Las versiones fieles a la Vulgata traducen "paz a los hombres de buena voluntad".
.

15 comentarios:

  1. Espero que estas entradas vayan al libro ya que me parecen muy, muy interesantes.

    Saludos y enhorabuena.

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  2. ¡Ya ha madrugado usted, D. Joaquín, en hacer comentario!

    (tiene usted reservado un ejemplar)

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  3. A juzgar por la insignificancia de los errores (¿?) que nos va mostrando en cómodas entregas acabaré pensando que aboga por considerar a la Nácar-Colunga la mejor traducción jamás hecha de la Biblia.

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  4. Basta el hallazgo de un único cisne negro para impugnar la validez de la proposición "todos los cisnes son blancos".

    No estoy de acuerdo que este error ("un cordero cebado") sea insignificante. Por el contrario, es muy significativo.

    García Yebra, como experto traductor, supo escoger un aspecto crítico, idiosincrático, de la lengua latina, que permite aseverar (con probabilidad alta) que el texto donde se produce el error procede del latín, no del griego.

    Para mí además es un argumento poderoso, como digo, que pone en cuestión la validez de la Biblia Nácar-Colunga como vertida "directamente de las lenguas originales".

    Otra cosa es que el asunto revista interés para el lector corriente de la Biblia, o que tenga alguna trascendencia.

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  5. ¿No cree que es una distinción demasiado sutil?

    Doy debida respuesta en mi blog.

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  6. No, no es cierto que un único cisne negro pueda hacer eso pues hay excepciones.

    De hecho, creer que las leyes generales no tienen excepciones es lo que no le gustaba al cardenal Bellarmino de Galileo.

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  7. Entonces ya no se puede afirmar que "todos los cisnes son blancos", sino que "los cisnes, por lo general son blancos, y en ocasiones, negros".

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  8. Es una entrada interesantísima, gracias. Estoy completamente de acuerdo con lo que dice García Yebra, pues la ausencia de artículo es uno de los mayores problemas del latín o, mejor dicho, del traductor que ha de verter el latín a una lengua que tenga gramaticalizadas la determinación y la indeterminación de un sustantivo.

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  9. Gracias por la opinión autorizada, Juan Manuel.

    (Juan Manuel es traductor de Safo).

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  10. Interesante, sed contra...traducir a Safo no es traducir la Biblia.

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  11. Cierto, traducir a Shakespeare no es traducir a Jonathan Swift. Pero pienso Isaac que el traductor bíblico (que debe desplegar saberes teológicos y eclesiales) es, en primer lugar, traductor (y un traductor no es un mero "conversor lingüístico", sino que traducir es una ciencia y es un arte...).

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  12. No, todo es más sencillo. Se puede afirmar que todos los gansos son negros pero que hay excepciones.

    Omnia actio habet exceptio.

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  13. Entonces Joaquín, ¿cualquiera está capacitado para traducir la Biblia correctamente?

    ¿Para qué pues los Nihil Obstat?

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  14. Es evidente que no, Isaac. He estado viendo las traducciones bíblicas inglesas, y cuando la versión católica (que suele identificarse con la sigla -CA, junto a la de la versión, p.ej. RSV-CA) adapta una protestante, deben revisarse y adaptarse los pasajes donde hay controversias.

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  15. Sin palabras me dejas Joaquin.... sin palabras.

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