17 mayo 2010

El arzobispo mendigo

"Pues en verdad que no te he dar este contento, que, puesto que los agravios despiertan la cólera en los más humildes pechos, en el mío ha de padecer excepción esta regla..." (Quijote, II, Prólogo al lector).

A cuento de que, por imperativo de la UE y del FMI [El País], los funcionarios y jubilados españoles, sin contar el ejército de parados, y en fin y a la postre, todo el pueblo, habremos de soportar sacrificios que tocan a la cartera, un compañero (Miguel) me apremiaba a que avivase el tono político de este blog. Pero a mí, le respondía, no me gusta hablar de política en público, si no es acodado en un mostrador, porque salvo raras excepciones dignas de encomio, la política española me parece una sentina de vicios y corrupciones, y lo más fácil es que de política sólo comentase hilando exabruptos; vamos, quiero decir, llamando pendón desorejado a todo lo que se mueva.

Sin embargo, una gacetilla ha venido a disturbar, a modo de tábano, mi sosiego consuetudinario. Ha dicho un prócer que "la financiación pública de los partidos políticos es necesaria", pero que la Iglesia Católica "debería intentar hacer un ejercicio de austeridad de manera voluntaria y reducir el importante número de recursos económicos que le viene de las arcas públicas por lo menos durante la época de crisis"... [Religión Digital] ¡Hay que joderse! Tomémoslo como una provocación que no merece ser discutida ni un instante.

Prefiero mejor evocar la gran figura del Beato Marcelo Spínola, Cardenal Arzobispo de Sevilla [biografía], al que se le conoce como el arzobispo mendigo. Hace unos días recordaba la figura de otro gran sevillano, éste de adopción, el "cura Javierre" [majao]. Precisamente, el encargo de la biografía del Cardenal Spínola condujo a Javierre a la ciudad, donde la preparó a finales de los años cincuenta del siglo pasado. Yo poseo la edición de 1974 en la BAC, encontrada vaya a saber dónde, ya agotada. De ahí copio algunos de los trozos que relatan la leyenda del "arzobispo mendigo", que vale por cualquier afortunada apología de los hombres y mujeres de la Iglesia Católica:

"El año 1905 está siendo horrible: Sevilla sufre una sequía espantosa (...) En los últimos días de marzo marcaron los termómetros cuarenta y dos grados. Abril dejó claro que no habrá cosecha. Abrasados los pastos, mueren las reses. Llantos, rogativas (...) En mayo va una comisión de Sevilla a Madrid implorando la ayuda del gobierno... El arzobispo de Sevilla publica una circular pidiendo a las personas ricas de las zonas agrícolas que respondan sin tasa a los impulsos caritativos en la terrible situación de emergencia (...) El arzobispo Spínola quiere salir a buscar limosna personalmente por las calles (...) A medio siglo de distancia, los testigos presenciales recuerdan la hazaña. "Iba destocado; sobre sus hombros llevaba la capa morada de lanilla; el sol le abrasaba; el sudor bañaba su rostro, lívido, sofocado por el calor; en los labios, su inefable sonrisa; su caminar era lento; andaba por las calles céntricas y por los barrios bajos; entraba en los palacios y bajaba a los tugurios; visitaba casinos y entraba en las tabernas. En todas partes tendía su mano esquelética pidiendo para los pobres hambrientos, y en todas partes, ni uno solo le negó el consuelo que pedía" (...) Miles de duros reunió la Junta de Sevilla: exactamente 327.895 pesetas, que fueron distribuídas según llegaban con arreglo a un mapa de necesidades apremiantes... Ni un céntimo se distrajo en burocracia. Alfonso XIII escribió sus felicitaciones a Spínola. El gobierno se propuso condecorarle. Don Marcelo respondió: No he hecho otra cosa que cumplir con mis deberes de obispo".

Amén.

8 comentarios:

  1. Si hiciera falta añadir testimonios del estilo de Espínola, llenaríamos páginas web y nos faltaría espacio, aunque este fuera cibernético, es decir, ilimitado. Pero no se trata de eso, me parece. Se trata de reconocer o de rechazar, porque verse, vaya que se ve.

    Aquí hay otra cuestión que me parece que está mal gestionada. Y es la coyunda entre entidades que no son ni compatibles ni armonizables. Y es que está por medio la dichosa moneda del cesar.

    La Iglesia no debería recibir, por mediación del estado, esos dineros que dicen que recibe. Tiene sus propios canales, y debería limitarse a ellos. Lo mismo decir de las apariencias en las que se mueve: tesoros acumulados, influencia política y social, alianzas interesadas, etc. Tristemente da una imagen poco clara, o manifiestamente deformante.

    Una Iglesia pobre, tampoco sería mundial y unánimemente aceptada, pero sería mucho más fiel a sus propios orígenes y coherente y testimonial.

    Y en ésas estamos…

    ResponderEliminar
  2. Sí, cierto, Miguel Ángel, esa que dices es una perspectiva deseable. Aunque no he querido entrar en el tema de "los dineros de la Iglesia", porque sería muy extenso de tratar. Del cazo del presupuesto viven muchos colectivos, amplios o minoritarios, y no me parece mal que la confesión mayoritaria de este país también reciba algún soporte financiero. Los impugnadores suelen ser marginales recalcitrantes, movidos por odio a la religión, no por razones sostenibles.

    ResponderEliminar
  3. Eduardo Cabrera18 mayo, 2010

    Deliciosa historia. Me permito aportar, Miguel Angel, que lo que remarca en negrita Joaquín al final (la ausencia o mínima pérdida de la ayuda en intermediarios) es uno de los motivos por los que las asignaciones del erario público a la Iglesia son a mi modo de vista deseables. Erario público que se construye con mis impuestos y se administra por las personas que yo decido (es un decir), que a veces parece que el dinero es de los gobernantes y hasta los ciudadanos pensamos así.

    ResponderEliminar
  4. Tengo entendido que en Alemania la Iglesia recibe gran parte de su financiación a través del canal estatal y que no ocasiona la controversia que ocurre aquí. La población alemana, católica o no, considera que eso es válido. Sin embargo aquí, siendo parecido el sistema, o lleva a confusión o existe previa animadversión. En mi opinión eso mismo ya lo invalida.

    Supuesto que la Iglesia católica debe (1) financiarse por sus propios miembros (que las “miembras” ya hacen casi todo en catequesis, acción caritativa, atención enfermos, pastoral, liturgia, limpieza, administración, etc., etc.), tal vez sería interesante pasar un período de vacas flacas y esperar que el respetable reaccionara y aflojara su bolsillo sin que se lo recuerde el IRPF.

    Que muchos de los que hablan en contra del sistema actual sean beneficiarios (o puedan llegar a serlo) de los múltiples servicios que ofrece la Iglesia Católica, no debería ser argumento que esgrimir en este debate.

    Sigo pensando que en este clima, tenga la Iglesia más razón que un santo, sale perdiendo. Claro, que es sólo mi opinión personal.

    (1) No otra cosa significa la comunión o comunicación de bienes. No vayamos a hacer caridad con el dinero ajeno. Si se está conforme con la manera de actuar de los diferentes servicios eclesiales, no cuesta nada (o si cuesta, se hace fuerza a uno/a mismo/a) acercarse a entregar el donativo u ordenar al banco que haga una transferencia.

    ResponderEliminar
  5. e leido tu libro de blogs.

    ResponderEliminar
  6. Gracias, anónimo, aunque siento no saber quién eres, para darte más las gracias...

    ResponderEliminar
  7. es un blog conplejo y erudito, no exento de interés.
    No merece la pena saber quien soy.

    ResponderEliminar
  8. Impresionante la historia de Cardenal Spínola. Celebro conocerla. Y lo de la financiacion a los partidos politicos clama al cielo; y a la CEOE (hay que fastidiarse) y a los sindicatos y a todo zurriburri. Esto es una merienda de negros

    ResponderEliminar