La Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida por el cardenal croata Franjo Seper, emitió el 17 de mayo de 1979 una carta sur quelques questions concernant l'eschatologie (puede consultarse en castellano en este enlace de la Universidad de Navarra). El texto que voy a copiar, tomado de esa carta, puede servir de contraste con las ideas escatológicas del profesor Joseph Ratzinger, que acabamos de ver en la anterior nota. Ratzinger es también autor de un tratado de escatología (1977), firmado antes de su ordenación episcopal, y que en su traducción castellana se encuentra hoy agotado. No parece ofrecer el mismo interés para la "fiebre ratzingeriana" del momento.
"La Iglesia afirma la supervivencia y la subsistencia, después de la muerte, de un elemento espiritual que está dotado de conciencia y de voluntad, de manera que subsiste el mismo «yo» humano. Para designar este elemento, la Iglesia emplea la palabra «alma», consagrada por el uso de la Sagrada Escritura y de la tradición. Aunque ella no ignora que este término tiene en la Biblia diversas acepciones, opina, sin embargo, que no se da razón alguna válida para rechazarlo, y considera al mismo tiempo que un término verbal es absolutamente indispensable para sostener la fe de los cristianos (...)
"En lo que concierne a la condición del hombre después de la muerte, hay que temer de modo particular el peligro de representaciones imaginativas y arbitrarias, pues sus excesos forman parte importante de las dificultades que a menudo encuentra la fe cristiana. Sin embargo, las imágenes usadas por la Sagrada Escritura merecen respeto. Es necesario comprender el significado profundo de las mismas, evitando el peligro de atenuarlas demasiado, ya que ello equivale muchas veces a vaciar de su contenido las realidades que aquéllas representan.
"La Iglesia afirma la supervivencia y la subsistencia, después de la muerte, de un elemento espiritual que está dotado de conciencia y de voluntad, de manera que subsiste el mismo «yo» humano. Para designar este elemento, la Iglesia emplea la palabra «alma», consagrada por el uso de la Sagrada Escritura y de la tradición. Aunque ella no ignora que este término tiene en la Biblia diversas acepciones, opina, sin embargo, que no se da razón alguna válida para rechazarlo, y considera al mismo tiempo que un término verbal es absolutamente indispensable para sostener la fe de los cristianos (...)
"En lo que concierne a la condición del hombre después de la muerte, hay que temer de modo particular el peligro de representaciones imaginativas y arbitrarias, pues sus excesos forman parte importante de las dificultades que a menudo encuentra la fe cristiana. Sin embargo, las imágenes usadas por la Sagrada Escritura merecen respeto. Es necesario comprender el significado profundo de las mismas, evitando el peligro de atenuarlas demasiado, ya que ello equivale muchas veces a vaciar de su contenido las realidades que aquéllas representan.
"Ni la Sagrada Escritura ni los teólogos nos dan la luz suficiente para una adecuada descripción de la vida futura después de la muerte. El cristiano debe mantener firmemente estos dos puntos esenciales: debe creer, por una parte, en la continuidad fundamental existente, en virtud del Espíritu Santo, entre la vida presente en Cristo y la vida futura -en efecto la caridad es la ley del reino de Dios y por nuestra misma caridad en la tierra se medirá nuestra participación en la gloria divina en el cielo-; pero, por otra parte, el cristiano debe ser consciente de la ruptura radical que hay entre la vida presente y la futura, ya que la economía de la fe es sustituida por la de la plena luz: nosotros estaremos con Cristo y «veremos a Dios» (cfr. 1 Jn.3, 2); promesa y misterio admirables en los que consiste esencialmente nuestra esperanza. Si la imaginación no puede llegar allí el corazón llega instintiva y profundamente."
Yo diría que el texto "peca" de tímido, casi minimalista, propio de cierta teología que no se "atreve" y apenas mantiene lo sustancial sin más (quizá hasta "menos").
ResponderEliminarPero, a Dios gracias, ahí está toda la dogmática al respecto, místicos incluídos.
Del texto resaltaría como más valorable la referencia al "misterio" que utiliza como "marco" de lo que afirma (más bien poco) y reflexiona.
Con doctrinas así, poca polémica/discrepancia cabe (quizá fuera esa su intención).
+T.
Hay una cláusula de Santo Tomás, que repite en más de una ocasión, que dice "no hay que dar ocasión de irrisión a los que no creen" ("Et hoc utile es ut consideretur, ne forte aliquis, quod fidei est demostrare praesumens, rationes non necessarias inducat, quae praebeant materiam irridendi infidelibus...", S.Th. 1 q.46 a.2 r). En ese mismo espíritu de prudencia intelectual, que no de timidez, juzgo que se haya el magisterio en estos asuntos.
ResponderEliminarPero el discurso de los teólogos- y más los de una "institución" eclesiástica dedicada al tema de la doctrina fidei- no se hace en clave misionera, para los de fuera que pudieran no entender; al contrario, se supone que se dirigen a los de dentro, para esclarecer y confirmar la fe. En este sentido, la "prudencia" podría ser contradictoria si supone "aligerar" el contenido o la expresión del dogma.
ResponderEliminar+T.