“¿Cuál será la realidad del alma separada? ¿Cuál la del cuerpo glorioso? Páginas atrás recordé lo que para responder a esas dos preguntas dijo Santo Tomás de Aquino. Ante ese alarde de osadía imaginativa y de ingenuidad intelectual, es bien comprensible que en la teología cristiana más reciente haya surgido la tesis de la “muerte total” del hombre –el hombre muere todo y del todo-, y que sus protagonistas, admitiendo, cómo no, la creencia en la acción resurrectora de la omnipotencia divina y respetando su insondable misterioridad, hayan pensado que el tránsito de la vida terrenal de una persona a la vida perdurable acontece de un modo no imaginable en el momento de morir.
"Pienso que la idea del hombre propuesta en este libro es admisible cualquiera que sea la actitud –religiosa, atea o agnóstica- ante las preguntas últimas sobre el destino de la vida humana. Y si el opinante es cristiano, sin reserva podrá aceptar como tal cristiano lo esencial de ella: por una parte, la atribución de un carácter radicalmente enigmático a la realidad del hombre; por otra, la visión de esta realidad como un particular dinamismo estructurado, a la vez maravilloso y terrible, en la evolución del global dinamismo cósmico. Mediante ella, creo yo, pueden ser entendidos más actual y más razonablemente que mediante los artificios mentales del hilemorfismo tradicional los tres asertos más medularmente cristianos acerca del hombre: que es imagen y semejanza de Dios (no porque en su realidad haya un “espíritu inmortal”, sino porque en su libertad y su inteligencia finitas puede seguir el camino de la verdad, el bien y el amor), que su vida no acaba con su muerte (porque ha sido creado para una vida perdurable) y que el misterioso tránsito de la vida terrenal a la vida transmortal es una resurrección de todo él (porque científica y filosóficamente no parece admisible la existencia de un “alma separada”)."
Pedro Laín Entralgo, Idea del hombre (1996)
Enlace: Premio Príncipe de Asturias 1989
"Pienso que la idea del hombre propuesta en este libro es admisible cualquiera que sea la actitud –religiosa, atea o agnóstica- ante las preguntas últimas sobre el destino de la vida humana. Y si el opinante es cristiano, sin reserva podrá aceptar como tal cristiano lo esencial de ella: por una parte, la atribución de un carácter radicalmente enigmático a la realidad del hombre; por otra, la visión de esta realidad como un particular dinamismo estructurado, a la vez maravilloso y terrible, en la evolución del global dinamismo cósmico. Mediante ella, creo yo, pueden ser entendidos más actual y más razonablemente que mediante los artificios mentales del hilemorfismo tradicional los tres asertos más medularmente cristianos acerca del hombre: que es imagen y semejanza de Dios (no porque en su realidad haya un “espíritu inmortal”, sino porque en su libertad y su inteligencia finitas puede seguir el camino de la verdad, el bien y el amor), que su vida no acaba con su muerte (porque ha sido creado para una vida perdurable) y que el misterioso tránsito de la vida terrenal a la vida transmortal es una resurrección de todo él (porque científica y filosóficamente no parece admisible la existencia de un “alma separada”)."
Pedro Laín Entralgo, Idea del hombre (1996)
Muy interesante entrada. A mí estos temas me dan mucho respeto. Lo que sí creo que tengo claro es que hay que dejar atrás la superstición cientificista del cerebro como generador de la mente.
ResponderEliminarEn "Cuerpo y alma" (del mismo Laín) hay un pasaje muy similar. Hace poco leí no sé dónde que Laín había terminado abjurando de su fe en la resurrección: ¡ya se ve que no! (Es el tipo de anuncio [anti]teológico que le gusta hacer a "El País": "se ha descubierto que Fulanito en realidad no creía"; no quiero ni pensar lo que andarán publicando estos días a cuenta de las confesiones epistolares de la Madre Teresa sobre sus crisis de fe). La idea de la "Ganztod" o muerte total es probablemente más coherente con la antropología bíblica (monista) que el dualismo hilemorfista de raíz griega (Platón: diálogo "Fedón" + libro X de "La República", con la historia de Er el armenio ...). Pues el dualismo parece reconocerle al hombre una especie de "derecho" a la inmortalidad: en el hombre hay algo de suyo inmortal (el alma), y la muerte no supone sino su desligamiento (liberación)respecto del cuerpo (vil y perecedero). En tanto que el judío piensa más bien: TODO el hombre es mortal (no hay distinción cuerpo-alma), aunque Dios graciosamente rescata al hombre del que sería su destino natural (la disolución). Y esa fe en la inmortalidad sólo aparece en los últimos libros de la Biblia (Macabeos, Daniel ...). Total: los descubrimientos científicos modernos sobre la continuidad mente-cuerpo pueden resultar amenazadores para la inmortalidad al estilo griego (el alma es incorruptible y separable del cuerpo), pero no necesariamente para la inmortalidad al estilo bíblico-judío (la inmortalidad es un regalo divino). Por lo demás, todavía queda (o quedaba hace poco) por ahí algún dualista, como sir John Eccles (ya lo comentamos en este blog, me parece). Saludos, CURRO.
ResponderEliminarCon Laín y su generación (no sé si Julian Marías ha cerrado ese capítulo generacional), la clase intelectual española ha perdido elevación, calidad y referencias; absoñutamente.
ResponderEliminarUn excursus con esas referencias clásicas, es impensable en ninguno de los muy limitados sujetos de la esa clase intelectual actual (por lo menos los que se tienen, venden y mantienen como tales).
Pero discuto ese texto: Negar absolutamente la posibilidad del alma separada, es relativamente temerario y en contradicción con la "escatología intermedia" tal y como la cree y enseña la ortoxia católica.
+T.
Gracias por vuestras contribuciones, Juan Manuel, Curro y Terzio. Invito todavía a cualquier visitante a que deje su parecer, de cualquier signo, para intentar que se nos haga la luz. Retomaremos el asunto en unos días.
ResponderEliminarYo digo como Juan Manuel, que estos temas también me dan respeto. Por eso quiero discutirlos en el blog.