06 septiembre 2007

Ratzinger en Tubinga

Antes de proseguir con el examen y crítica de las ideas de Pedro Laín Entralgo sobre la resurrección, me parece conveniente hacer un repaso de lo que han dicho algunos doctores sobre el tema, sin pretender hacer de este blog una suerte de cátedra teológica. Pero el asunto nos interesa máximamente, porque nacimiento y muerte son las dos experiencias que compartimos todos los que hemos venido a esta tierra. Los párrafos que copio están tomadas de las célebres conferencias que impartió el profesor Joseph Ratzinger en Tubinga, en el verano de 1967, "a los oyentes de todas las facultades". Basta leer pocas líneas para apreciar que estamos frente a un gran teólogo de nuestro tiempo, hoy felizmente Papa Benedicto XVI:

“¿Qué es pues lo que la Biblia quiere decir, qué es lo que pretende anunciar al hombre cuando habla cifradamente de la resurrección de los muertos? Creo que la mejor forma de entender esta particularidad es contraponerla a la concepción dualista de la filosofía antigua:

“1. La idea de la inmortalidad que la Biblia expresa con la palabra resurrección significa que la “persona”, que la figura indivisa del hombre es inmortal. Mientras que para los griegos la típica esencia hombre es un producto perecedero que no subsiste como tal, sino que el cuerpo y el alma van por caminos distintos según su respectiva índole, para la fe bíblica es la esencia del hombre la que, aunque cambia, subsiste como tal.

“2. Se trata de una inmortalidad “dialógica” (resurrección), es decir, la inmortalidad no es la consecuencia natural de la conciencia de que lo indivisible no-puede-morir, sino del acto salvador del que ama y tiene poder para hacerlo: el hombre, pues, no puede perecer totalmente porque Dios lo conoce y lo ama (…)

“Las reflexiones anteriores han querido aclarar de algún modo cuál es el contenido del anuncio bíblico de la resurrección. No consiste esencialmente, desde luego, en devolver los cuerpos a las almas tras un largo periodo intermedio (…)

“Lo que un lenguaje sustancialista llamamos “tener un alma”, lo podemos expresar con palabras más históricas y actuales diciendo “ser interlocutor de Dios”. Con esto no decimos que la terminología del alma es falsa, como a veces afirma un biblicismo unilateral y acrítico, porque en cierto modo es necesario para expresar la totalidad de lo que se trata. Pero precisa que se le complete, si no queremos caer en una concepción dualista que no hace justicia a la intuición dialógica y personal de la Biblia”.

Joseph Ratzinger, Introducción al Cristianismo. Lecciones sobre el credo apostólico (1968, 2000)

5 comentarios:

  1. Prefiero el concepto "alma", más clásico, que incluye la interlocución como potencia y no excluye esa espíritualidad de lo anímico, tan "católicamente" entendida durante tanto tiempo y por tantos.

    Esa que late en el clásico "non omnis moriar", tan auto-afirmante, tan inconformista, tan energicamente vitalista por conscientemente anímico.

    Por cierto, que el Ratzinger del '67 no es el Cardenal del '85 ni el Benedicto del 2007...ni el mejor de toda la secuencia.

    +T.

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  2. No sé si habrá entrado mi post anterior (sigo liándome). Lo de la "hermosura del riesgo de ser inmortal" creo que está en el "Fedón" platónico. Unamuno lo citaba mucho. Se me olvidó precisarlo entre paréntesis (¿para cuándo notas al pie para las citas, Joaquín? ... ¡es broma!). CURRO.

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  3. Escribí un post muy largo que precedió al anterior, y se ha perdido en el ciberespacio. Dije que lo de "non omnis moriar" me suena a supervivencia parcial, residual, fantasmal: una parte de nosotros -la espiritual- no morirá. Como la que los griegos atribuían a los habitantes del Hades (y los judíos de la Antigua Alianza a los del sheol): triste lugar de sombras; para ellos, la vida ultraterrena es MENOS que la terrenal. Dije que, si nos atrevemos a soñar con la inmortalidad, soñemos en grande: algo que sea MÁS, y no menos que la vida terrena. No basta, pues, con que sobreviva "una parte" de nosotros. Sólo el cristianismo, que yo sepa, hace honor a esa esperanza, con el dogma de la resurreción de la carne. CURRO.

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  4. En el Viejo Testamento las verdades sobre la vida post-morten están en los libros y citas más "evolucionados"; la revelación al respecto se sucede sin solución de continuidad desde el Gn, con diversas inflexiones según qué momentos y géneros, hasta enlazar con el NT.

    Dos textos referentes como par de muestras:

    - "Pero yo con mi apelación vengo a tu presencia, y al despertar me saciaré de tu semblante" Sal 17,15.

    - "Es preferible morir a manos de los hombres, con la esperanza puesta en Dios de ser resucitados por Él; tú, en cambio, no resucitarás para la vida".IIMac 7,14.

    +T.

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  5. Sin duda, Terzio, ésa es nuestra fe. En la nota siguiente he copiado un documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe que previene, sin embargo, contra los excesos imaginativos acerca de la vida futura.

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